domingo, 21 de diciembre de 2008

De cabeza al infierno


El “Cabezón” Ruggeri surgió de las juveniles xeneizes en 1980 y enseguida se ganó el puesto de segundo marcador central. Tenía la personalidad y el temple para ser defensor de Boca. Integró el recordado equipo campeón de 1981 junto a Maradona, Brindisi y otras estrellas. En poco tiempo se ganó finalmente el puesto y pasó a ser símbolo de Boca. Encima llegaba también al área de enfrente haciendo varios goles importantes. Como una inolvidable palomita en Avellaneda frente al Rojo en 1981. Ídolo y caudillo. Hasta aquí un cuento de hadas para el muchacho oriundo de Corral de Bustos.
Pero tras un 1982/83 afianzado en el once titular, empezaron los desatinos. En 1984, enojado por la falta de pago en los haberes a todo el plantel, encabezó (no hay juego de palabras) con su inseparable amigo Gareca una huelga. Esto trajo aparejado un larga lista de conflictos a nivel grupo y a nivel deportivo. Enfrentamientos con Gatti. Cruces con Mouzo. Los halcones y palomas de 1992 fueron un poroto comparado con el bailongo que había en La Candela. La situación era un polvorín y Ruggeri, apañado por su representante Guillermo Cóppola, no daba el brazo a torcer. Hasta que logró lo que quería: irse de un Boca económicamente derrumbado.
Y para colmo de males se fue a River. Donde encima de salir campeón enseguida quiso sacar también chapa de caudillo. En el club de Nuñez intentó hacerse el guapo con todos. Con todos menos con Pasucci, que lo ajustició en pleno círculo central del gallinero con un planchazo sencillamente conmovedor.
En la Argentina pasó también por Velez, San Lorenzo, Lanús. Fue técnico de Independiente. Y siempre que vino a la Bombonera fue merecidamente insultado por todo el estadio. No hay olvido ni perdón.