domingo, 21 de diciembre de 2008

El penal que colmó el vaso


La historia de Ricardo Gareca va inevitablemente de la mano de la de su gran amigo Oscar “Cabezón” Ruggeri.
Proveniente de las inferiores alcanzó la primera división de Boca y enseguida fue cedido a préstamo por una temporada a Sarmiento de Junín. A su vuelta en 1982, el “Flaco” (como se lo apodaba entonces) empezó a mostrarse como un típico nueve de área. Algo torpe en sus movimientos pero goleador nato.
Tuvo sus buenas y malas rachas, pero llegó a convertirse en símbolo del tumultuoso Boca de mediados de los ochenta.
Pero la famosa huelga de 1984 lo encontró como unos de los cabecillas y su imagen en la gente se desdibujó. Ese conflicto le hizo mucho daño a Boca tanto a nvel instituciónal como deportivo. Tras la medida de fuerza volvió a jugar unos partidos, pero una noche erró un penal frente a Talleres en cancha de Vélez y la gente explotó. Los más osados aseguraban que lo había desviado a propósito.
A esta altura de los acontecimientos, “La 12” le dedicaba un criticable hit que decía “...Gareca tiene cáncer, se tiene que morir...” pero que no hacía otra cosa que mostrar el odio y desprecio que había alcanzado en los simpatizantes boquenses.
Tras su pase a River, y si bien tuvo un perfil muchísimo más bajo que Ruggeri, nada volvió a ser igual. Insultado a toda voz siempre, coqueteó con un regreso a Boca Juniors en 1987, cosa que obviamente jamas ocurrió.