sábado, 20 de diciembre de 2008

Fabián Figueredo Santos Charles


Los que nos sentamos nerviosos a ver por televisión la final de la Supercopa 1991, estamos obligados a ser por lo menos piadosos al hablar del delantero brasilero en su posterior paso por Boca. Esa noche Charles, lisa y llanamente, la rompió. Y si encima gracias a su descollante actuación,el Cruzeiro pudo hacer tres goles y quedarse con el trofeo, el brasilero pasó a ser, para muchos de nosotros, o melhor jogador do mundo.
Por eso cuando un par de meses después, Maradona compró su pase y lo cedió a Boca para el Apertura 1992, se vivió su llegada como el arribo de un héroe.
Debutó oficialmente el 9 de agosto por la primera fecha en el 0-0 ante Deportivo Mandiyú en Corrientes. Aunque abandonó el campo de juego en el comienzo del segundo tiempo para que entre el Manteca Martínez, la ilusión siguió intacta. Y pasó a ser muy esperado entonces, su debut en la Bombonera.
Que fue al viernes siguiente en un partido nocturno que Boca le ganó 2-0 a Belgrano de Córdoba. Goles de Cabañas y Villarreal, Diego en la platea, cancha llena, pero de Charles, la verdad, poco y nada. Por no decir, poquito y nada.
Contra Talleres en la tercer fecha ya fue ocupante del banco de suplentes del Chateau Carreras. Entró por Blas Giunta promediando el segundo tiempo para intentar quebrar un 0-0 que no iba a poder modificar de ninguna manera.
Ya en la cuarta fecha, 3-2 a Vélez un día de semana por la tarde que Márcico casi se mata en el festejo de su gol, el brasilero entró justamente por el Beto faltando diez minutos y nada otra vez.
Para entonces el panorama había cambiado y la presencia de Charles generaba más murmullos que ilusión. Por eso su quinto partido, contra Huracán en la Bombonera, pasó a ser una prueba de fuego. La hinchada ya no le pedía que meta goles, pero por lo menos algo. Una asistencia, un centro, una rabona, cualquier cosa que estire el crédito. Pero evidentemente su paso por Boca estaba predestinado al fracaso porque esa tarde no tocó una pelota y al salir para que entre Betito Carranza, lo acompañó una importante chiflatina. Su suerte estaba sellada.
Cinco partidos, cero gol y un nivel tan bajo que debe haber sorprendido al mismísimo Diego, que en definitiva fue el que compró un circo al que le crecieron los enanos.
Su carrera, que comenzó con las camisetas de Sport Clube Bahía, Málaga de España y Cruzeiro, siguió tras su breve paso por Boca, en el Fluminense.