jueves, 1 de enero de 2009

Luis Tofoli "Gaúcho"


El mundo Boca estaba con los nervios a full en julio de 1991. Es que el xeneize llebava diez años sin ganar campeonatos locales y por fin se presentaba la oportunidad soñada de cortar semejante sequía. Tras un andar excelente en el Clausura, donde terminó invicto, Boca había clasificado a la final contra Ñuls para definir al campeón de la temporada 1990/91. Pero los nervios se multiplicaron por mil cuando el técnico de la selección Argentina, Coco Basile, decidió convocar a Latorre y a Batistuta para ir a la Copa América en Chile.
Entonces la dirigencia de Boca, resignándose a la ausencia de sus estrellas y goleadores en los choques decisivos, recurrió a un salvavidas. Contratar sólo para esas finales a dos delanteros. Tenían que ser de experiencia probada. Y fueron a la carga por la Vieja Reinoso y por Gaúcho, supuestamente craque brasilero.
Pero lo suyo fue inconcebible. Jamás entendió para qué lo habían traido. Tal vez creyó que venía a jugar dos partidos normales. Pero en semejantes batallas que fueron esas finales, el brazuca se escondía más que hincha de River en Patricios y Martín García. No tocaba una pelota. No picaba. No cabeceaba los saques de arco. Ni noticias. Imperdonable.
Tan así fue la cosa que en la revancha en la Bombonera, y con el resultado en cero todavía, el Maestro Tabárez lo voló. Y Gaúcho dejó el barrial que era el campo de juego esa tarde de punta en blanco. Ni una manchita de barro en las medias.
Todo el mundo sabe que a los nacidos en las tierras de Pelé les cuesta una bocha jugar en la Argentina. Y si encima es en invierno peor. Pero esto fue demasiado. Sobre todo para una hinchada que exigía dejar la piel en esas finales. Religiosamente chiflado, el Gaúcho es palabra no grata en Brandsen 805.