sábado, 28 de marzo de 2009

Carlos Damián “Falopa” Randazzo


Carlos Damián Randazzo fue un número nueve que surgió de las inferiores boquenses pese a ser fanático hincha de River. Oriundo de la Isla Maciel y no muy técnico que digamos, su buen cebezazo y cierta potencia le hizo ganarse un lugar para empezar a jugar seguido. Y eso no es poco teniendo en cuenta lo que le cuesta a los juveniles tener chances de mostrarse.
Su debut fue el viernes 22 de septiembre de 1978 en una derrota 1-3 frente a San Lorenzo por el Metropolitano de ese año. Enseguida empezó a mojar bastante seguido y en sus primeros 11 partidos ya contaba con la nada despreciable marca de 6 goles. Pero la pólvora empezó a mojarse.
Fue cedido a préstamos a Argentinos Juniors en un mega combo de jugadores que se armó para garpar el pase de Diego a Boca. Y su llegada al Bicho fue la bisagra que lo hizo descajetarse del todo. Al toque se compró un Mercedes Benz cero kilómetro. Luego siguió su carrera en Racing. En 1982 se fue a River donde metió apenas uno o dos goles. Y cuando parecía que su carrera se moría, pegó la vuelta al xeneize en 1983. De esta manera se transformó en el único jugador de la historia que se puso las plumas y regresó a Brandsen 805.
Se quedó hasta el Metropolitano 1984 pero su nivel y su producción en las redes contrarias desbarrancaban a medida que su amistad con Guillermo Cóppola y sus giras nocturnas eran un secreto a voces. De hecho, fue él quien le presentó Guillote a Maradona.
En total jugó 76 partidos e hizo 17 goles.

Hasta las manos, se retiró del fútbol a los 25 años y su vida empezó a ganar la sección policiales de los diarios. En 1985 fue acusado de tenencia y comercialización de drogas. A principios de los noventa se vio envuelto en el asesinato de un importante empresario y estuvo casi un año en la cárcel de Caseros hasta que fue sobreseído. Para rematarla, en 2005 fue acusado nuevamente de tenencia de drogas y finalmente absuelto. Ya en libertad, quemó sus últimos cartuchos y jugó un par de partidos en Barracas Central.
Fue técnico de fútbol femenino y lo último que se supo de él es que estaba instalado y viviendo en Villa La Angostura donde vivía gracias a un lavadero de autos y un gimnasio. Desde allí no pudo con su genio y tiró un par de bombas pezuti del calibre “...en mi época se daban todos jeringazos de anfetaminas...”. Uff.