viernes, 17 de julio de 2009

Leandro “Tano” Gracián


Es innegable que da cierto orgullo que un jugador que se va de Boca a jugar al exterior sea recibido como si fuera un crack. Ahora, en este caso en particular y viendo a tres mil fanáticos que coparon un aeropuerto con banderas, bombos y trompetas, la pregunta obligada es, ¿qué les mostraron a los griegos para que reciban a Leandro Gracián tan efusivamente?
En tren de imaginar el dvd que les armaron a los del Aris Salónica para que pisen el palito, calculamos que debe arrancar con un momento obligado. El de su segundo partido en Boca, el 29 de agosto de 2007, tres días después del debut frente a Gimnasia. Esa tarde en cancha de Racing, día laborable, entró por Dátolo a los diez del segundo tiempo y al rato nomás cazó un rebote largo en mitad de cancha, se mandó en contrataque derecho a Assmann, lo gambeteó y definió con el arco vacío. Terrible golazo del Tano para sentenciar el clásico frente a Independiente y para hacerle mostrar los dientes al principal artífice de su arribo: el técnico Miguel Russo.
Enganche creativo, de gran paso por Vélez en donde se saltó a la fama por su media distancia, la pegada con pelota detenida y su capacidad de asistir a los delanteros. Una pinturita que a la hora de ponerse la camiseta de Boca se fue desinflando partido a partido. Porque si bien es verdad que no arrancó mal, ese primer campeonato en Boca fue el único que tuvo que vivir sin estar a la sombra de Riquelme. Y fue el que debió aprovechar para pegar el campanazo y recibirse de jugador clave. Pero no lo hizo.
Su momento de gloria pudo haber sido a fines de marzo de 2008, ya con Ischia en el banco y titular en la rotación dispuesta para el Apertura. Metió goles a Colón en la Bombonera y a Olimpo en Bahía y en el medio, tal vez su gol más importante. El 2-2 parcial frente a Colo Colo en La Boca por la primera fase de la Libertadores. Una noche dramática que terminó en triunfo 4-3.
Pareció ser el despegue pero entró en un tobogán interminable y las oportunidades que recibía no las aprovechaba. Trotecito por aquí, pase corto a Román por allá y mucho de jugar a esconderse detrás del cinco rival. Ni siquiera pudo zafar de los repetidos incendios con algún tiro libre. Y la verdad que así, sin desequilibrar nunca, es imposible ganarse un lugar entre los once titulares.
La noche caliente de la fresquita eliminación de la Libertadores 2009 contra Defensor Sporting entró en el segundo tiempo y prácticamente no tocó la pelota. Y acá está probablemente su mayor déficit: responder bajo presión en momentos calientes. Materia no aprobada. Y eso es lapidario para alguien que por el puesto ocupado debe cargarse el equipo al hombro y ser quien dirija la batuta.
En resumen, 56 partidos oficiales, 8 goles y un dvd enviado a Grecia que no debe durar mucho. A no ser que hayan agregado sus tardes fortineras. Su carrera, iniciada en Vélez, el Monterrey y el Necaxa de México, continuó inesperadamente en el Aris Salónica.