viernes, 25 de septiembre de 2009

Gustavo Barros Schelotto


Se hace imposible leer este apellido y no asociarlo a jornadas de gloria, vueltas olímpicas, goles, centros a Palermo y camisetas rojiblancas nerviosas y fuera de control. Pero lo justo es justo, y todo eso debe ir guardado en el cajón de los recuerdos de Guillermo. Para hablar de Gustavo, hay que apuntar a otro lado.
Volante muy técnico y tremendamente habilidoso, al punto de que casi todos los que conocen a los mellizos coinciden en que es mejor que su hermano, pero que por H o por B nunca pudo hacer pie ni mucho menos demsotrarlo en la primera de Boca.
Arribó al club a mediados de 1997 junto a Guillermo, luego de mil idas y vueltas y fogoneado por la estricta recomendación de Diego Armando Maradona. Y tardó un par de meses en debutar. Fue en la Bombonera el 30 de noviembre de 1997 por la fecha 15 del Apertura. Esa soleada y calurosa tarde, triunfo 2-1 a Huracán, el estadio entero gritó un falso gol de Estudiantes a River en La Plata y Gustavo, tras recibir la orden de Veira, entró por Latorre faltando diez minutos.
Tras alternar algo en el final de ese campeonato, llegó el verano 1998 y lo que debía ser la plataforma de lanzamiento para su postergado despegue, se transformó de buenas a primeras en el final del primer ciclo Gustavo en Boca. Luego de una brutal pelea con el Bambino en el vestuario del José M. Minella de Mar del Plata, tuvo que armar los bolsos e irse exiliado a Unión de Santa Fe. No hubo ni la más remota chance de que el técnico revea su postura.
Pasó ese semestre, Boca anduvo pésimo, el Bambino se fue y tras el Mundial de Francia, Gustavo volvió para ponerse a las órdenes del nuevo DT Carlos Bianchi. En su segundo ciclo, estuvo hasta fines de 2000, pero en ese año y medio jamás pudo ganarse la titularidad. Motivos puede haber mil: que el equipo titular era intocable, que Bianchi le dio más cabida a pibes de las inferiores, que no tuvo la continuidad necesaria. Lo cierto es que jugaba partidos o. mejor dicho. ratos aislados en los que no desentonaba como un Pereda, pero tampoco podía pegar el campanazo para ganarse el puesto. Si hubiera que resumir sus 65 partidos oficiales habría que ir por el lado de que pasó bastante desapercibido en su juego. Fatal para un volante con aspiraciones serias.
La verdad es que tampoco dejó recuerdos concretos más allá de sus 6 goles convertidos. Uno lindo a El Nacional de Ecuador por la Libertadores 2000, otro al Gato Sessa también en el arco del Riachuelo en un 1-1 con Racing un día de semana, pero nada contundente como lo que podría haber sido el penalazo que Ángel Sánchez prefirió no cobrar la noche de la muleta frente a River. Fue promediando el primer tiempo y hubiera significado el ahorro de muchos nervios, pero ya entramos en el terreno de las hipótesis. La realidad nos marca que el paso de Gustavo Barros Schelotto fue bastante opaco.
Su carrera, iniciada junto a Guillermo en el Lobo, siguió a partir de 2001 en el Submarino Amarillo de Villarreal, Racing, Rosario Central, otro ciclo en Gimnasia de La Plata (en donde fue echado por el técnico Carlos Ischia), Alianza Lima de Perú y el Puerto Rico Islanders.