jueves, 8 de octubre de 2009

Julio César Cáceres


Tras la salida del Cata Díaz, después de ganar la Libertadores 2007, Boca se quedó definitivamente sin un primer marcador central como la gente. La dupla central del Apertura y el Mundial de Clubes estaba integrada por Johnny Maidana y Gabriel Paletta, lo cual era garantía de huevos en la garganta para el hincha xeneize.
Lógicamente, sin Román y sin un dos decente, no se ganó nada. Pero el 2008 empezó con aires nuevos, volvió Román, llegó Ischia y llegó el tan añorado último hombre. Julio César Cáceres tenía pasado gallináceo nada menos, así que se lo miró con la lógica desconfianza. Sin embargo, tras debutar en un clásico, con victoria y murra al Burrito Ortega incluida, todos soñamos con que había nuevo caudillo del fondo. Al fin de cuentas, tampoco era delirante creer que un jugador paraguayo, marcador central por añadidura, con experiencia europea y de selección, tenía que aportar voz de mando, juego aéreo en las dos áreas, garra, aspereza en la marca, seguridad, firmeza…
Pero, se sabe, una golondrina no hace verano. Por eso, la desilusión tardó un suspiro en llegar. Tanto en el Clausura como en la Copa Libertadores, Cáceres empezó a mostrar un nivel desconcertante, y no precisamente por lo brillante. Es que pocas veces se ha visto un jugador, marcador central para empezar, y paraguayo, para peor, que no cabecee. Ni en el área ajena, ni en la propia. Para colmo, considerando que el número dos es el bastonero del fondo, el mutismo de JC era, como mínimo, preocupante. A eso se le sumaba cierta propensión a hacer goles… en su propio arco. Gol contra el Rojo para arrancar perdiendo, y un mes después gol ante el Atlas por la Copa, para abrir el 1-3 a favor del equipo mexicano. “Se tiene que adaptar”, tratábamos de convencernos. Pero la cosa no hacía sino empeorar con distracciones increíbles que nos costaban goles claves y, tal vez lo peor, con cierta displicencia para jugar, una suficiencia propia de un Baresi, claro que sin las condiciones del mítico libero milanés, que tenía nefastas consecuencias para el arco xeneize.
Como si todo eso fuera poco, el paraguayo, tan calladito él dentro del campo de juego, decidió abrir la boca para tirar una andanada de bombas justamente contra Juan Román Riquelme y antes del Superclásico del Apertura. En ese momento creo que todos los hinchas de Boca nos dimos cuenta que además de ser un pésimo jugador, no le llegaba el agua al tanque.
Por suerte para él, Román le recordó quién es quién en Boca y lo mandó a guardar. Se ve que también le tocó el orgullo, porque de allí al final del torneo se vio lo único bueno de Cáceres en Boca. Una vez conseguido el título y lograda la vuelta olímpica y cuando todo hacía pensar que ese era el verdadero nivel de Julio César Cáceres, nuestro estimado volvió a las andadas en 2009, cayendo en un pozo ciego del que ni siquiera lo ayudó a salir la banca a prueba de balas del Coco Basile y que se grafica inmejorablemente con el pase gol que le metió a Jara en el partido contra Godoy Cruz. Ese día fue consagratorio para el jugador del Tomba, y debió ser el último partido de Cáceres en Boca. El Coco lo bancó contra Estudiantes, pero otra actuación para el olvido le quitó el respaldo. Una sorpresiva –y sospechosa– lesión lo dejó afuera contra Vélez.
Esta historia ¿continuará?
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Autor invitado: Beto