miércoles, 10 de marzo de 2010

Las fallidas construcciones de la Ciudad Deportiva y el nuevo gran estadio de Boca Juniors


Seguramente que escribir sobre la Ciudad Deportiva habilita a redactar hasta un libro con su historia. Si fuera por lo que resultó la obra en sí, dejando de lado el gran estadio que la iba a coronar o el precio final por su venta, no merecería figurar en Imborrable. Pero la frustración al no construirse el estadio la ubica entre los grandes bloopers de nuestra existencia. Haremos un paralelo con la historia política simultánea a su construcción.

A principios de 1965 el gobierno democrático del Dr. Illia con su vicepresidente Carlos Perette (boquense de ley) le otorgó a Boca Juniors un sector en el Río de La Plata, adyacente a la Costanera Sur, para que mediante relleno se construya una Ciudad Deportiva de 40 hectáreas. El pujante y por momentos delirante presidente boquense, Alberto J. Armando, definió el proyecto con una frase: Fe y Trabajo.

El Puma declaraba que cuando el primer camión volcó su contenido de tierra y escombros siendo éstos devorados por el río, los presentes lo miraron con cara de "...Armando está loco...", pero la obra comenzó a crecer con prisa y sin pausa acompañada por el éxito deportivo a nivel local del equipo de fútbol. Estudiosos en el tema hoy en día, afirman que el proyecto fue una viveza en la que se usó a Boca como entidad civil para obtener costosos terrenos y construir allí un suntuoso barrio. Cosa que mirando hoy en día, reafirmaría esa teoría.



Pero reanudemos con su evolución. Lo que no se decía al principio, comenzó a gestarse en el tiempo. Mientras avanzaba el relleno y la construcción de la confiteria con pileta, canchas de tenis, piletas de natación, canchas de todos los deportes, anfiteatro, fuentes ornamentales, autocine, parque de diversiones, sectores de recreación y camping, el presidente se envalentonaba y anunciaba la construcción de una torre gigante con confitería giratoria en la cumbre (creo que es la que finalmente se instaló en el Parque de la Ciudad) y un gran estadio para 150.000 personas en la isla 7 que sería inaugurado el 25 de mayo de 1975 a las 11 horas.
Para financiar la obra se vendían bonos o títulos pro-patrimoniales que daban categoría de Socio Patrimonial para el uso de las instalaciones.


El presidente mientras tanto hacía anuncios a veces estrafalarios como que se iba a colocar la bandera de Boca en la Luna o que recorrería en persona los días de partido las tribunas sociales vendiendo artículos y chucherías xeneizes para recaudar fondos. Cuando Argentina fue designada organizadora del Mundial 78 dijo que el gran estadio iba a ser la sede principal.
Una de las empresas constructoras se llamaba Christiani & Nielsen y financiaba también el Banco Holandés Unido del cual Armando era mandatario.
El decreto original aclaraba que si no se completaban las obras todo pasaba a poder de la Municipalidad de Buenos Aires.
Los éxitos deportivos locales seguían y el otro sueño de Armando, la Libertadores que afianzaría al club a nivel mundial, no se concretaba. Mientras tanto, todo lo que no era el estadio se iba completando y funcionaba a pleno. En 1970 un milico fanático y entusiasta de Boca, Alejandro Lanusse, asumió el gobierno militar que ya venía de dos fracasos desde 1966 y apoyó el sueño de Armando, quien en una ceremonia hecha el 25 de mayo de 1972 colocó en su presencia, la piedra fundamental del gran estadio. La obra sería financiada con series de rifas gigantes denominadas Cruzada de las Estrellas y Cruzada de Oro, más la venta de plateas en la nueva cancha.
Algunos pesimistas hablaban de la imposibilidad de construir semejante mole en flojos terrenos recién ganados al río. Estábamos en 1972 y Armando todas las semanas iba contando a cuanto micrófono se le cruzara la cantidad de pilotes colocados alrededor de la isla 7 para continuar la obra. A nivel político la presión de Perón desde España y su fiel pueblo argentino forzaron a Lanusse a dar una salida democrática para 1973, levantando 18 años de proscripción al viejo líder. Entonces Armando, de antigua militancia peronista, abandonó su pasado y apoyó al candidato de Lanusse, otro milico que sacó muy pocos votos, Ezequiel Martinez. El triunfo aplastante fue del candidato puesto por Perón, el Dr. Cámpora, que gobernó sólo unos meses hasta que en otra elección, el Gral. Perón ahora sí llegaba otra vez a la presidencia. Los momentos políticos fueron agitadísimos. Se giró rápidamente de la izquierda de Cámpora a la derecha facista del peronismo con López Rega de genio dominante. El terrorismo ya había comenzado a tomar cada vez más coraje y jaqueba a los gobiernos, había inseguridad social y por primera vez luego de la muerte de Perón, se conoció la hiperinflación. Todo este cóctel más algún problema personal no resuelto entre Armando y López Rega, le firmaron el certificado de defunción al gran estadio, que para ese entonces apenas contaba con una tribunita de 30 metros y 8 escalones en el solar de la isla 7.
Algunos allegados cuentan que el 25 de mayo de 1975 fue un día muy traumático para Armando. Con el transcurso del tiempo la estructura de la Ciudad Deportiva fue decayendo jugándole muy en contra la costumbre ridícula de los gobernantes de hacer dificultoso el acceso a las zonas ribereñas, hecho notorio aún hoy en día en Buenos Aires, una ciudad de espaldas al río.
Falta de presupuesto y mantenimiento hicieron el proceso inverso rápidamente: yuyos, óxido, degradación y abandono. Armando lograría muy rápido en 1976 borrar sus penas cuando el equipo de fútbol del Toto Lorenzo le dio sus alegrías pendientes: bicampeonato con final victoriosa frente a River, dos Libertadores y la Intercontinental. Paralelamente ya con la Junta Militar de Videla en el poder se construyeron las autopistas y el material de las demoliciones se volcó al río en la zona aledaña a la Ciudad Deportiva, eliminando de esa manera el fabuloso balneario de la Costanera Sur y convirtiéndose en otro atentado al Río de La Plata. Con el tiempo esos cascotes darían lugar naturalmente a la formación de la hoy llamada Reserva Ecológica (?).

En 1979 el intendente de facto Cacciatore, a pesar de que Boca Juniors había caído en incumplimiento, le amplió el plazo de ejecución de la obra y lo liberó de la obligación de construir el estadio. En 1978 visité las instalaciones decadentes de la Ciudad Deportiva y logré un permiso para ingresar a los terrenos del que iba a ser el estadio. El panorama era: una gran olla con la tribunita de 8 escalones por 30 metros, y el tétrico alrededor de yuyos muy altos tapando topadoras abandonadas y docenas de perros vagabundos.


Para 1982 Cacciatore dio por finalizadas las obras y le asignó a Boca la posesión definitiva. Se habían rellenado 60 hectáreas, 20 más de lo previsto.
Durante la década del 80 se le alquiló la isla con la confitería a la Cámara de Comercio Argentino Soviética que instaló un centro de exposición permanente de productos exportados de URSS hacia Argentina. En época menemista, algunas leyes del Congreso más decretos presidenciales y comunales, le ampliaron a Boca la facultad para subdividir los terrenos y enajenarlos (venderlos). Para 1992 el gobierno boquense de Alegre y Heller vendió la Ciudad Deportiva en una suma muy alta para usar los fondos en obras del sector Casa Amarilla.

De esta manera, el final de lo que fue un sueño tipo Cenicienta por lo corto, pareció dar la razón a una de las primeras teorías. Porque los nuevos dueños, grupos inmobiliarios que provisoriamente usan las islas como depósito de contenedores o helipuertos, anunciaron durante el gobierno de Kirchner, la construcción de un complejo edilicio tipo Puerto Madero.
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Autor Miguel Sarfson
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UPDATE por Guille






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UPDATE por Daniel Bagalá con fotos tomadas en 1986
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