miércoles, 25 de agosto de 2010

Damián “Kitu” Dïaz


Se entiende por malabarismo el arte de manipular y ejecutar espectáculos con uno o más objetos a la vez, manteniéndolos en equilibrio o arrojándolos al aire alternativamente, sin dejar que caigan al suelo. Los malabares son llevados a cabo por un malabarista que se sirve de diversas partes del cuerpo para llevar a cabo su faena. ¿Qué tiene que ver esto con Boca y con Damián Rodrigo Dïaz? Muchísimo.
El aterrizaje del Kitu en el xeneize vino rodeado de una impresionante vendida de humo noticia que llenó de esperanzas a todos los hinchas: el que llegaba era un crack, un habilidoso, un dotado. Y el mismo Díaz se llenó la mochila de plomo: “...un día me ofrecieron participar en un torneo en Belo Horizonte, junto con otros ocho chicos argentinos. Era una linda aventura y acepté. No nos conocía nadie pero dimos el batacazo: le ganamos al Gremio y nos clasificamos. Después nos eliminaron, pero a mí me citaron para realizar una prueba en el San Pablo. La hice y me ficharon para planteles juveniles. Cuando llegó el momento de hacer contrato profesional no me ofrecían buena plata, mi mamá se opuso y volví a Rosario. Pero allá en Brasil jugué de volante por derecha. Había jugadores de una técnica impresionante. Me dejó muchas enseñanzas. Esos partidos eran choques de destreza. Te permiten manejar mucho la pelota, tirar un caño es algo frecuente y hasta tocar la pelota mirando para otro lado. Son detalles tontos, pero que a mí me salen con naturalidad. Siempre entré a una cancha a divertirme, es mi forma de jugar y jamás busco sobrar a un rival...”. Tan grande fue la burbuja, que hasta se lo empezó a apodar “Firulete”.
Alistado (?) de movida en el bando (?) de Riquelme, Díaz debutó en pavada de presentación: estadio Nou Camp de Barcelona, el 16 de agosto de 2008 por la Copa Joan Gamper. Encuentro que se esfumó en el descuento y que sirvió de fogueo para toda la camada de pibes que venía motivada por la labia de Carlos Ischia. De todas maneras, no tardaría mucho más en llegar su debut oficial. Fue la noche del 23 de septiembre cuando un Boca más que muletto se despachó en la Bombonera con un 4-0 a la Liga de Quito para, prácticamente, sentenciar los octavos de final de la Sudamericana. Esa jornada jugó los ocho minutos finales al ingresar por Neri Cardozo.
Pero el 2008 se fue de largo para nuestro homenajeado. Claro, Boca peleaba dramáticamente el Apertura que pese a todo conquistaría y con un regalito en el fondo de la tabla. Y como a ese equipo no le sobraba nada, no hubo mucho margen para aventuras.
Sin embargo, el 2009 lo esperaba con los brazos abiertos. Llegaba su hora. Pero no, nada que ver. Y eso que el técnico lo mandó de movida en la cuarta fecha contra Huracán en La Boca. Y eso que un par de días antes, su amigo, lo invitó a ponerse las pilas de una vez. Obviamente con otras palabras. Díaz intentó tirar un par de fintas pero se lo notó faltó de fútbol, a otra velocidad. Y si encima le sumamos que las fintas no salieron y que Ischia lo voló en el entretiempo, el incendio fue total.
Pareció su final ese mismo día y de hecho, lo fue. Por más que haya jugado un par de veces más, ya había aroma a historia cerrada. Correteó algunos ratos en el Clausura, algo en la Libertadores y fue parte del hundimiento lento y penoso del ciclo Ischia, tocando fondo en la fecha 17 con un 0-3 en contra frente a un Racing que pelaba por no irse a la B. Esa noche en el Cilindro formó un mediocampo insólito junto a Battaglia, Nico Gaitán y Riquelme. ¿Quien marcaba? Seba obviamente. Tan obvio como que Battaglia fue expulsado promediando el segundo tiempo y se terminó de consumar la goleada.
Tras finalizar el semestre, se fue del club dejando en el haber apenas 7 partidos oficiales y un montón de intentos de caños, pisadas y lujos no consumados. Su carrera, con pasado en Argentino de Rosario y Rosario Central, siguió en la Universidad de Chile y actualmente en Colón de Santa Fe.