martes, 19 de octubre de 2010

Carlos Cenci


El Rata, el Muñeco, el Chapa, el Blas, Maranga, Chicho y el Seba. De pie. Pero a esta dinastía dorada de volantes centrales que se calzaron la azul y oro en el pecho hay que agregarle, guste o no, a Carlos Claudio Cenci. También volante central que no marcó una época ni se habrá recibido de ídolo, pero entre 1991 y 1993 jugó 8 partidos en la primera de Boca y aunque más no sea obligó a colgar su foto en la pared del Museo.
Nacido en 1970 en el partido de San Martín, Carlitos fue un producto (?) genuino de las complicadas inferiores xeneizes de los ochenta. Y ya a comienzos de 1991 estuvo al dente como para ser arrojado al pasto. Así fue como un recién arribado Maestro Tabárez, no dudó (?) en ponerlo en su puesto natural en algunas formaciones alternativas con las que Boca arrancó la ilusión de la Libertadores 1991. Ilusión que terminó a las piñas limpias en Chile. Pero ese es otro tema.
El 15 de marzo copó el círculo central del estadio Ramón Aguilera de Santa Cruz en Bolivia y fue junto a Ivar Stafuzza, Turco Apud y Chicho Gaona, el mediocampo que intentó tener mucho la pelota en la derrota 0-1 con Oriente Petrolero por la primera fase. A los pocos días, volvió al ruedo pero ya en la Bombonera y en el 0-0 frente a Bolívar, también por la Libertadores. Partido que se jugó un jueves santo y en el que volvieron a jugar muchos suplentes, dado que al domingo siguiente había que pasar por ventanilla frente a River en cancha de Boca.
Tras un break obligado por el andar perfecto de ese equipo, puso su caripela cuando la estantería ya se había venido abajo tras perder la final con Ñuls. Correteó en la serie frente al Bicho poir esa devaluadísima Liguilla y recién a finales de ese año volvería a tener una chance concreta de mostrarse y jugar por lo menos en algunos ratos del Apertura. De hecho cerró el campeonato como titular en el Chateau Carreras y jugó un buen partido en esa victoria 1-0 a Talleres con gol de Boldrini.
El año 92 le pasó de largo como bondi lleno, así que nada de nada. O sí. Mucha reserva. Y ya en 1993 de la mano de Habbeger completaría su foja en la historia de Boca. Unos minutos en el 0-0 contra River en la Bombonera por la fantasmal Copa Centeneario y algo en el Pacaembú contra San Pablo por la semifinal de la Copa de Oro. Esa noche entró por el Beto Márcico faltando una media hora y con la clara consigna de aguantar los trapos. Pero a los pocos minutos llegó el gol de Matosas que obligó ir al alargue y estrenar la nueva reglamentación de la FIFA: la muerte súbita.
Al finalizar ese semestre, su técnica, tenencia de pelota, criterio y sacrificio optaron por mudarse a Estudiantes de La Plata. Más tarde probó más suerte con las camisetas de Gimansia de Jujuy, San Lorenzo, San Martín de Tucumán y Estudiantes de Buenos Aires.