jueves, 7 de octubre de 2010

Leandro Díaz

Sin dudas de perfil mucho más bajo que su tocayo el Kitu, Leandro Javier Díaz fue y vino, fue y vino, se fue por tercera vez y sólo Dios sabe si algún día volverá a Boca. Edad tiene, ya que nació en junio de 1986. Y objetivos también, ya que descontamos que uno de sus sueños debe ser poder jugar un partido oficial con la azul y oro.
De posición volante y surgido de Casa Amarilla, Leandro tuvo su bautismo en esos collage que armaba Bianchi en las Copas de Verano. Así fue como el 11 de enero de 2004 formó parte de la troupe que despachó 3-1 a Independiente en el estadio Padre Martearena de Salta. Pero entre la cantidad de jugadores históricos que portaban apellidos y los incendios de ese año movido, no hubo chance alguna para nuestro homenajeado. Y tal vez viendo que el escenario no iba a cambiar mucho de cara al futuro, en 2005 armó los bolsos y agarró la oportunidad de conocer la Madre Patria. Pero luego de préstamos en el Murcia y el Villarreal donde la vida le puso una difícil prueba a superar, una noche de verano en 2007 nos desayunamos (?) que Miguel Russo lo tiraba al pasto del Minella para jugar contra San Lorenzo. La noche en cuestión, será siempre (?) más recordada por el doblete de un debutante Bruno Marioni que por la faena de Díaz. Pero no importa, estaba en carrera nuevamente. Chupó frío en Puerto Madryn en el 4-0 contra Brown y hasta participó de la pretemporada en Estados Unidos a mitad de año. Se raspó de lo lindo en la carnicería frente al Real Salt Lake pero muy atrás en la consideración del DT, se fue al Globo. Son decisiones (?).
Pero lo que en otros casos significaría el certificado de defunción, en éste de ninguna manera. Por eso pegó una vez más la vuelta y a mitad de 2009 formó parte de los primeros pasos del segundo ciclo Basile. Allí hubo más amistosos en la pretemporada europea, se enfrentó cara a cara con el Manchester United por la Audi Cup en Alemania y habrá hecho toda la fuerza del mundo para ganarse un lugar en esa reconstrucción de Boca. Pero no. Sabida la debilidad de Alfio por históricos y jugadores de rodaje, su vuelta a Huracán fue cosa de horas.
Tras una nueva temporada en el Globo, su destino quedó del otro lado de la Cordillera. Allí lo espera la Universidad Católica de Chile y, quién sabe, un eventual retorno a Boca para ver si a sus 10 partidos amistosos jugados, puede agregarle de una vez por todas uno por los puntos.