martes, 12 de octubre de 2010

Los hermanos Moraes Albuquerque


Varias son las parejas de hermanos que en distintas épocas, tanto en el amateurismo como en el profesionalismo, han vestido la camiseta de Boca.
Podría nombrarse en un recuento muy rápido a los Evaristo, los Alves, los Musladini y los Barros Schelotto por ejemplo. Incluso, a modo de curiosidad, se podría incluir la dupla de zagueros de la década del 40 formada por Marante y Dezorzi, los cuales, por su “delicadeza” y “finura” para tratar la pelota y sobre todo a los delanteros rivales, fueron apodados por la hinchada “las hermanitas Legrand”.
Una pareja muy especial fue la formada por dos hermanos brasileños que en la década del 60, se calzaron la gloriosa azul y oro: Almir y Ayres Moraes Alburquerque.
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Almir Moraes Albuquerque
Llegó a Boca en 1961, en pleno auge del fútbol espectáculo propiciado fundamentalmente por Alberto J. Armando y Vespucio Liberti. Volante ofensivo por derecha e incluso centrodelantero llegaba precedido de los mejores antecedentes. Venía del Corinthians y con varios partidos en el seleccionado brasileño. Impresionó tanto por sus condiciones técnicas y su panorama de cancha que a poco de debutar en primera los medios de Brasil lo apodaron pomposamente como “el Pelé blanco”.
El grave problema de Almir era su personalidad. Indisciplinado, rebelde, provocador, mal compañero, poco afecto al entrenamiento. En la cancha, en lugar de sacar a relucir su técnica y su capacidad futbolística, que era mucha, se transformaba en un jugador sucio, pendenciero, mal intencionado, iba permanentemente con la plancha, usaba los codos como armas y era habitual generador de peleas y escándalos.
Los brasileños lo utilizaron durante el sudamericano del 59 en Buenos Aires para provocar y hacer reaccionar a los jugadores uruguayos, lo cual consiguió con bastante facilidad y generó la llamada “batalla del río de la Plata”, uno de los mayores escándalos vividos en canchas argentinas en toda su historia. Una guerra total de patadas, trompadas y agresiones de todo calibre. En ese mismo partido participaron otros dos jugadores brasileños que años después serían ídolos de la hinchada de Boca. Uno de ellos Orlando, quien fue uno de los que mas pegó y terminó expulsado junto con Almir, y el otro, el gran Paulo Valentim, autor de los tres goles de Brasil en ese partido (final 3 a 1).
El debut de Almir en Boca fue mas que prometedor. Convirtió el segundo gol de Boca en el triunfo por 2 a 0 contra los Rojos. Luego, una lesión y sus problemas de personalidad lo relegaron totalmente. Ese año solo jugo 4 partidos mas, sin pena ni gloria. En el año 62 actuó en un solo partido, de la primera rueda contra Chacarita, donde se fue expulsado (dicen que en realidad se hizo expulsar).
Allí finalizó su breve paso por Boca. Emigró a Italia, al Génova y luego recaló en Brasil, en el Santos. Allí se pudieron dar el gusto de ver jugar juntos al autentico Pelé y al “Pelé blanco”. Su vida terminó trágicamente, ya que años después fue asesinado durante una refriega en un boliche en Brasil.
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Ayres Moraes Albuquerque
El hermano menor de Almir llegó a Boca en 1963. Jugó hasta fines de 1965, siendo éste último su mejor año. Su puesto original era de marcador de punta izquierda. Típico lateral brasileño, poca marca, pero salida clara y buena proyección ofensiva. No pudo afianzarse en su puesto ya que allí “reinaba” el gran Carmelo Simeone, su polo opuesto, cero en salida y proyección, pero 10 en garra, coraje, temperamento, marca y solidez defensiva.
Su personalidad era totalmente opuesta a la de su hermano mayor. Jugador muy correcto, disciplinado, educado, de mucha técnica y elegancia. Boca lo utilizó como volante por derecha, volante central y puntero derecho. En 1965, tuvo muy buenas actuaciones en la Copa Libertadores y en el campeonato.
Todavía se recuerda su gol a River en el Monumental, que abrió el partido (60 segundos después Pianetti hizo el segundo, final 2 a 1) y le permitió a Boca cortar la racha del rival que en ese momento era dirigido por el verborrágico Renato Cesarini y parecía imparable. Por supuesto, al final del año, Boca campeón ganándole nuevamente a River como en el 62, en la antepenúltima fecha, y en la Bombonera, pero por 2 a 1 (Pianetti y Menéndez).
Después pasó a Colón, y luego de su retiro, se recibió de Profesor de Educación Física y entrenó profesionalmente a varios equipos. Muy buen jugador que dejó un muy buen recuerdo en la hinchada.
Dos hemanos. Dos historias.
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Autor Jorge Claudio Joffrés