lunes, 15 de noviembre de 2010

Boca lleva 10.000 hinchas a Tokio para ver la final Intercontinental de 2000


¿Cómo se puede explicar que la pasión traspase las fronteras de las posibilidades económicas de cada uno de los hinchas que el 28 de noviembre del 2000 alentaron a Boca en Japón? Si se contextualiza cómo estaba el país por aquellos años uno se dará cuenta de que emprender tamaña travesía hacia Japón parecía una utopía. Por otro lado, ¿en qué mente brillante cabe que alrededor de 10 mil (se habla de más también) almas xeneizes se trasladen 18.357 kilómetros para copar el Estadio Nacional de Tokio? Teniendo en cuenta que en otras presentaciones de equipos argentinos en Japón apenas se alcanzaban las 300 o 400 personas con toda la furia, lo que sucedió hace diez años toma una dimensión extraordinaria. Así y todo, si hay razones que expliquen lo que sucedió esa noche en la capital nipona habría que buscarlas desde el corazón y desde el sentimiento que tiene la gente de Boca. 
Trasladar la Bombonera a Japón fue un sueño hecho realidad, a pesar de cargar con el peso de ser los extraños, los que venían a perder o “los que juegan con el Real Madrid”. Aunque los japoneses miraran de reojo sin entender lo que pasaba en una de las cabeceras del estadio y sin saber siquiera del fervor de cientos de hinchas que coreaban “Paleeeermooo, Paleeeermooo” y optaran por alentar al equipo español por sus figuras mediáticas y comerciales, nada impidió que esa noche fría de Tokio los hinchas, visitantes sólo por encontrarse en otro lugar físico, estallaran ante los dos tempraneros goles de Martín, ante cada gambeta de Juan Román Riquelme, se emocionen por los incansables piques del “Chelo” Delgado y festejen hasta la pegajosa marca de Aníbal Matellán que borró al multimillonario Figo. Ni hablar de cuando desataron la locura al escuchar al árbitro colombiano Ruiz pitar el final del partido y darse cuenta que Boca era campeón del mundo luego de 22 años. Cientos de orientales fueron testigos de una noche que no podrán olvidar pero mucho menos entender.
Con el cotillón, los bombos, varios hinchas disfrazados de azul y oro, y como broche de oro dos banderas gigantes, una con el mítico Maestro pizzero y la leyenda “Podrán imitarnos pero igualarnos jamás” y la otra con las iniciales “CABJ”, Boca copó toda la popular y se convirtió en el equipo que más gente trasladó a esta competencia en toda sus ediciones. Esa noche inolvidable quedará alojada en la memoria como el día en que la mítica Bombonera se trasladó a la tierra del Sol Naciente.