jueves, 27 de enero de 2011

Alejandro “Colo” Farías

Apodado también “Motorcito” por su interesante ida y vuelta batallador en el mediocampo, Alejandro Fabián Farías tuvo que remar contra la corriente durante casi toda su estadía en Boca. Y la sucesión de palos en la rueda no hicieron otra cosa que abrirle el portón del club en 1996 para que se tire en tobogán con las camisetas de Atlanta, el Chunan Ilwha de Corea del Sur, el New England Revolution de Estdos Unidos, Almagro, Nueva Chicago, Banfield y Defensores de Belgrano.
Pero antes del adiós, hubo una trayectoria en continuo ascenso desde las inferiores hasta llegar al soñado 1994 de la explosión (?) y que contabilizó 23 partidos oficiales y 1 gol convertido. Gol marcado en el que iba a ser su último rato en cancha: victoria 3-1 un viernes por la noche por la cuarta fecha del Apertura 94 contra Español en cancha de Huracán.
Sin embargo su debut había llegado bastante antes de esa época. Porque aunque Menotti quiso apropiarse el arribo de nuestro homenajeado al fútbol grande, fue el Maestro Tabárez quien lo mandó al campo de juego por primera vez. Aunque hay que reconocer que de apuro si vemos el contexto. La noche del 6 de diciembre de 1991, mientras Giunta se disponía a perforar el arco de Gimnasia tras un peloteo en el área del Riachuelo, Palavecino se revolcaba en el piso lesionado. Tras ese gol de Blas a dos minutos del final que selló la victoria 3-1, Tabárez no quiso sorpresas y metió a Farías por Palavecino antes que muevan del medio.
Pasada la presentación, hordas de refuerzos taponaron a Farías al punto que recién en 1993 y tras la ida del Profesor Habegger pudo hacer pie en primera. Pero en un puesto que no era el suyo, ya que Menotti en su segundo ciclo hizo del Avi Mancuso su jugador fetiche. Así que entre la espada y la pared, no le quedó mas remedio que comprar el discurso siempre humeante de Menotti: agarró viaje en el nuevo puesto en el costado del mediocampo, aceptó la sugerencia del entrenador para cortarse sus lanas tipo trash metal y fue figura durante ese Boca 1994 jugando tupido. Hasta que una lesión de ligamentos no dejó que pueda confirmar todo lo bueno que había insinuado. Eso, más el Samba que era Boca en esos años hicieron el resto. Una cagada.