miércoles, 25 de mayo de 2011

"Patrón" Bermúdez vs Rambert

Lo que se pudo ver por televisión, tal vez menos aún en el mismísimo estadio Malvinas Argentinas de Mendoza, fue poco y nada. Ni siquiera luego de la gran cantidad de repeticiones que fueron pasadas en el entretiempo tratando de poner blanco sobre morado (?). Lo cierto es que tras un pelotazo largo hacia campo de Boca, saltaron Jorge Bermúdez y Sebastián Rambert, y cuando aterrizaron, se armó un quilombo bárbaro. Iban 25 minutos del primer tiempo del superclásico de verano disputado el 10 de febrero de 1998 en el marco de la Copa Revancha.
Pascualito ya con sangre en la cara, el ojo a la miseria y la cara deformada, se levantó y salió inmediatamente en búsqueda del Patrón. Pero como enseguida se metieron los aguafiestas de siempre compañeros de ambos, prevaleció la calma. Ángel Sánchez contempló la escena, habló con el línea Olagüe y procedió a expulsar a los dos protagonistas. Momento exacto en el que Rambert terminó por perder los estribos y dar serias muestras de un ataque de nervios. ¿Qué pasó exactamente? Que lo diga Bermúdez que algo debe saber (?): “...le pegué un puñetazo pero es la rabia. Cuando te pegan un golpe en la espalda, saltando a cabecear, jugando un partido caliente, con el temperamento que tengo, quise quise llegar y empujarlo, encuellarlo, demostrarle que yo estaba allí. Porque si le pegaba con el codo lo parto en dos. Pero no lo había visto a él. Él estaba a mi espalda y mi puño cerrado significa la rabia. La televisión lo deja bien claro. Fue mala suerte para los dos y no justifico nunca el golpe, pero sí la reacción por lo que viví. Simplemente eso...”.
La catarsis del Patrón siguió un rato más, tratando de explicar cómo sucedieron los hechos que dieron de comer a los medios durante varios días: “...hace seis meses que estoy en Boca y recién ahora me vienen a buscar por lo que pasó con Rambert. Yo admito que cometí un error, pero aparezco como el monstruo que atacó a una víctima y no es así. A mí me provocaron y reaccioné. Por eso fuimos los dos expulsados y no yo sólo. Pero hay un periodismo que alimenta esto y no quisiera entrar en el juego. En diez años de carrera me expulsaron cuatro veces y en medio año con Boca sólo tengo cuatro amarillas...”.
Dibuje Patrón, dibuje: “...he guardado respeto y silencio desde aquella noche. sé que no estuve bien, pero aparezco como el ogro del paseo y no soy el único que actuó en mala forma. No estoy de acuerdo cómo me atacaron. Nunca pienso en dañar a ningún profesional, pero mi reacción fue debido a una provocación, y el señor Rambert sabe que tuvo que ver. No estoy feliz con lo que pasó y me voy a hacer responsable de la sanción. Espero que no vuelva a pasar y deseo que Rambert se recupere pronto...”. Cuando Bermúdez habla de sanción, se refiere al castigo que se propuso desde algunos medios moralistas y antiBoca que siempre se rasgan las vestiduras en este tipo de circunstancias. Los mismos medios que se hicieron bien los boludos cuando Ahumada le fracturó el pómulo al Pochi Chávez también en un superclásico de verano un par de años más tarde.
Pero volvamos con el Patrón. Siga maestro: “...No se vio lo anterior. Sino hubiera habido un puño y un cabezazo antes de la jugada, Rambert tendría que haber seguido en el campo de juego y yo hacerme responsable. Tengo una trayectoria muy distinta al cartelito que me quieren colgar. No es mi estilo, pero fue una reacción de hombre. Tengan algo en claro: en el momento que golpeo a Rambert, no está en mi cabeza agredirlo. Yo reacciono con el puño que siento en la espalda, giro y allí lo golpeo, pero no premeditadamente. No veo que él está a mis espaldas. Me siento agredido y quiero tirarle mi cuerpo, hacerle sentir mi peso, pero no agredirlo...”
En resumen, tanto Bermúdez como el línea Olagüe hablan de un cabezazo de Rambert al Patrón. Gentileza (?) que el colombiano devolvió con un puñetazo, sin querer o no, casi en el ojo.
El partido terminó 0-0 con victoria boquense 4-2 en los penales tras el disparo atajado por Oscar Córdoba a Celso Ayala y uno que Pablito Aimar tiró a las nubes.