La novela del joven oriundo de Georgia duró un suspiro. Enganche, hábil y zurdo, vino a prueba del Dínamo Tbilisi. Había sido inscripto y todo, pero no quedó porque Marzolini quería un volante de ida y vuelta por izquierda y decía que ya tenía enganche. Así que armó los bolsitos y salió arando.