Medio trillada pero en este caso una pintura al óleo de lo que pasó, la frase “una desgracia con suerte” le calza bárbaro a este incidente que quedó en anécdota pero tranquilamente pudo haber sido una tragedia.
El 20 de diciembre de 1992, Boca le rascó un empate a San Martín de Tucumán en la Bombonera y tras el pitazo final de Pancho Lamolina se desataron los festejos. Hubo de todo. Gente invadiendo el campo, pibes nadando en el foso, el tradicional barrilete tratando de levantar vuelo, corridas en plateas con hinchas cumpliendo promesas en el acto y hasta un mono tití que saltaba desaforado en el campo de juego. Realmente valía todo después de 11 años sin títulos locales y luego de 90 minutos en los que, como no podía ser de otra manera, se cortaron miles de clavos. Para qué iba a ganar Boca 3-0 si podía empatar 1-1 y llegar a la vuelta olímpica con lo justo.
Pero en ese pandemonium que se convirtió la Bombonera hubo un instante que empezó como aventura y terminó asustanco a la multitud que llenó la cancha desde cuatro o cinco horas antes del partido. Con varios hinchas ya colgados en el alambrado de Casa Amarilla tratando de saltar al campo de juego, varios jugadores llegaron para sumarse al festejo. Así fue como Márcico tomó la iniciativa y empezó a treparse. Al Beto lo siguieron otros y el alambrado se llenó de gente colgada de ambos lados. Pero al toque empezó a vencerse y en cuestión de segundos cayó para el lado del pasto. ¿Qué hubiera pasado si caía para el lado de la tribuna de socios? Mejor ni imaginarlo.
Por suerte el travesaño del arco detuvo la caida del alambrado y los que estaban colgados del lado de la cancha pudieron amortiguar su aterrizaje. Se escuchó un “uhhh...” de todo el estadio e inmediatamente un silencio que presagiaba lo peor. Tras unos instantes de corridas y primeros auxilios sobre la propia área grande, se pudo ver a Giuntini con sangre en un ojo y saliendo en camilla pero levantando su mano en señal de que estaba bien (?).
Pero como la cosa no podía terminar así nomás se sumó a continuación otro incidente, en el que ya no tuvo que ver la fatalidad sino la acción directa de la Policía Federal Argentina. Con el alambrado derribado, algunos socios vieron la oportunidad de saltar el foso y meterse en el campo de juego. Cosa que la policía reprimió a palazo limpio sobre los hinchas. Y como a manera de respuesta cayeron algunas piedras desde la popular, la fuerza pública no tuvo mejor idea que repeler la invasión tirando piedrazos hacia la gente agolpada en la tribuna.
Por suerte la locura duró poco y luego sí se dio rienda suelta a lo que todo el mundo esperaba con desesperación: la vuelta olímpica.
El 20 de diciembre de 1992, Boca le rascó un empate a San Martín de Tucumán en la Bombonera y tras el pitazo final de Pancho Lamolina se desataron los festejos. Hubo de todo. Gente invadiendo el campo, pibes nadando en el foso, el tradicional barrilete tratando de levantar vuelo, corridas en plateas con hinchas cumpliendo promesas en el acto y hasta un mono tití que saltaba desaforado en el campo de juego. Realmente valía todo después de 11 años sin títulos locales y luego de 90 minutos en los que, como no podía ser de otra manera, se cortaron miles de clavos. Para qué iba a ganar Boca 3-0 si podía empatar 1-1 y llegar a la vuelta olímpica con lo justo.
Pero en ese pandemonium que se convirtió la Bombonera hubo un instante que empezó como aventura y terminó asustanco a la multitud que llenó la cancha desde cuatro o cinco horas antes del partido. Con varios hinchas ya colgados en el alambrado de Casa Amarilla tratando de saltar al campo de juego, varios jugadores llegaron para sumarse al festejo. Así fue como Márcico tomó la iniciativa y empezó a treparse. Al Beto lo siguieron otros y el alambrado se llenó de gente colgada de ambos lados. Pero al toque empezó a vencerse y en cuestión de segundos cayó para el lado del pasto. ¿Qué hubiera pasado si caía para el lado de la tribuna de socios? Mejor ni imaginarlo.
Por suerte el travesaño del arco detuvo la caida del alambrado y los que estaban colgados del lado de la cancha pudieron amortiguar su aterrizaje. Se escuchó un “uhhh...” de todo el estadio e inmediatamente un silencio que presagiaba lo peor. Tras unos instantes de corridas y primeros auxilios sobre la propia área grande, se pudo ver a Giuntini con sangre en un ojo y saliendo en camilla pero levantando su mano en señal de que estaba bien (?).
Pero como la cosa no podía terminar así nomás se sumó a continuación otro incidente, en el que ya no tuvo que ver la fatalidad sino la acción directa de la Policía Federal Argentina. Con el alambrado derribado, algunos socios vieron la oportunidad de saltar el foso y meterse en el campo de juego. Cosa que la policía reprimió a palazo limpio sobre los hinchas. Y como a manera de respuesta cayeron algunas piedras desde la popular, la fuerza pública no tuvo mejor idea que repeler la invasión tirando piedrazos hacia la gente agolpada en la tribuna.
Por suerte la locura duró poco y luego sí se dio rienda suelta a lo que todo el mundo esperaba con desesperación: la vuelta olímpica.
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Gracias a Guille por la colaboración