Los recesos de verano siempre fueron el caldo de cultivo para que los planteles se reamen. Y en esa danza de nombres que se van y nombres que llegan, siempre están presentes lo que hoy damos en llamar, los tiros al aire. Una fichita que se juegan los DT a ver qué pasa.
En ese rubro hay que anotar el pleno que arriesgó el Toto Lorenzo en la pretemporada de 1977. Tal vez sin chances de meter casino, su apuesta por Roberto Arrivillaga.
Delantero más bien corpulento pero que también se las rebuscaba como puntero, nacido el 24 de abril de 1949 en Winifredo, provincia de La Pampa. Tal vez por este dato (?) es que su primer club fue el Deportivo Winifredo entre 1964 y 1967.
De ahí pegó inferiores de San Lorenzo hasta 1970, para comenzar a desandar el duro camino del ascenso: pasó en fila por Los Andes, Quilmes, Temperley, donde sale campeón en 1974 y Almirante Brown. Es aquí donde en la final contra Lanús lo ve el Toto Lorenzo y decide tirarse a la pileta.
Su llegada a Boca con 27 años para una temporada donde Copa y campeonato iban a asegurarle rodaje a muchos, fue presentada días antes de su debut: un amistoso jugado el 30 de enero de 1977 ante el Combinado de Huracán/Gimnasia de Necochea. Partido que Boca arrancó perdiendo casi desde el vestuario y pudo dar vuelta cerca del final.
El ingreso de Arrivillaga promediando el segundo tiempo en reemplazo nada más y nada menos que de Marito Zanabria forzó un poco el partido y dio los frutos buscados por Juan Carlos Lorenzo.
La cancha colamada de Rivadavia de Necochea pudo irse tranquila a sus casas por el triunfo 2-1 y por haber visto a Arrivillaga la noche de su debut. Y la noche de su despedida también. Jamás volvió a jugar en Boca y siguió su carrera en Chacarita.