Diego Fernando Latorre tuvo todo para ser ídolo. De hecho, llegó a serlo. Pero..... La sucesión de pifiadas fueron restándole crédito hasta lograr ser insultado a coro por casi media Bombonera.
Irrumpió en 1987 y ya desde el vamos encandiló a todos. Gol de cabeza a Platense en el debut y un futuro más que promisorio, hacían esperar lo mejor de Dieguito.
En la temporada 1988/89 el Pato Pastoriza lo ponía en los segundos tiempos y sus apariciones eran cada vez más determinantes. Pronto, a fuerza de buenas actuaciones alcanzó la titularidad. Sus quiebres de cintura y sus goles, en especial a River, lo convirtieron en el niño mimado de la hinchada de Boca, que sin dudar le dedicó el mismo canto que los napolitanos a Maradona. El “Olé, olé, olé, olé, Diegoooo, Diegoooo” atronaba cada vez que jugaba Boca.
Su primer acto cuestionado fue el abandono (junto a Batistuta) de las tristemente célebres finales con Newell’s en 1991 para ir a sentarse al banco de suplentes de la selección argentina. La derrota de Boca en esas finales hicieron que mucha gente lo mirara de reojo. Enseguida fue vendido a la Fiorentina, pero por esos misteriosos arreglos que tiene el futbol, jugó una temporada más en Boca. Temporada en la cual tampoco pudo salir campeón. Recién cuando “Gambetita” se fue a Europa, el xeneize pudo romper el maleficio y dar la tan ansiada vuelta olímpica. Se empezó a comentar muy off the record sobre una supuesta mala suerte que acompañaba a Dieguito y a los equipos en los que jugaba.
Su raid por el viejo continente no fue ni por asomo lo que esperaba y recaló nuevamente en La Boca para mediados de 1996. Y acá da inicio la sucesión de mancadas imperdonables.
El joven proveniente del country "Los Mapuches" tenía ya a esta altura una neta inclinación a lo farandulesco y sus polémicas declaraciones explotaban como bombas en todos los medios.
Primero, y ante una supuesta llegada de Maradona a Boca, no tuvo mejor idea que decir “...que el que llegaba era el Diego malo y él era el Diego bueno...”.
El xeneize por esos años era una silla eléctrica y sus frases apagaban los incendios con nafta. Imposible no mencionar cuando ante una interna del plantel profesional, inmortalizó la frase “...Boca se parece a un cabaret...”.
Su juego tampoco era el de antes y si bien siempre pecó de individualista, el contexto ya no lo ayudaba. La gota que colmó el vaso fue un penal que no dejó patear a Caniggia y erró frente al lobo jujeño en la Bombonera Sin consenso en compañeros e hinchas, abandonó al club de la Ribera (coincidencia o no, Boca inmediatamente salió otra vez campeón sin los servicios de “Gambetita”).
Desembarcó en el Racing de Lalín. y comete su última gran herejía. En un Racing Boca tuvo tiempo de taparse la nariz y gesticular que había feo olor. Sin palabras.