El sábado 7 de octubre de 1995 la Bombonera explotaba. Llena como en las grandes jornadas, estaba preparada para recibir al más grande. Es que Boca enfrentaba a Colón por la novena fecha del Apertura 95 y Diego se volvía a poner la camiseta azul y oro luego de 14 años y mil peripecias en el fútbol de Europa. Y la expectativa, entonces, era enorme. Humo de colores, bombas de estruendo, banderas grandes, Dalma y Gianinna llorando en el campo de juego. La salida de Boca fue épica. Pero semejante fiesta duró siete minutos exactos. Porque desde el pitazo inicial de Lamolina, fue eso lo que se tardó en que el clima se picara. Tras un pelotazo frontal de la defensa xeneize, Diego fue a saltar y Ameli lo atendió en el aire. El diez quedó tirado en el piso y Toresani pasó por al lado y le hizo el gestito que se levantara. Para qué. Frase va, frae viene. Gestito va, gestito viene. Y a los 38 del primer tiempo explotó todo por el aire. Tras un planchazo tremendo de Caniggia a Unali, el árbitro decidió hacer la vista gorda y eso descontroló a los sabaleros. En pleno remolino de jugadores, el “Huevo” quiso copar la parada y Diego Armando se sacó más de lo que estaba. Lo fue a buscar directamente y empezaron a perseguirse. Lamolina miraba y no lo podía creer. Tras varios minutos de idas y vueltas, y viendo que las protestas no aflojaban, “Pancho” le sacó una segunda amarilla a Toresani y a las duchas. Pero lo mejor vendría después del partido. En declaraciones a la TV, el “Huevo” fue contundente: “...Maradona le manejó el partido. Él me echó de la cancha, me gustaría encontrarlo para ver si me repite en la cara todo lo que me dijo”. Y Diego, fiel a su estilo, respondiò con los tapones de punta. “A ese muchacho le digo que vivo en La Habana y Segurola, séptimo piso. Lo espero esta misma noche. Y que no hable giladas, que no lo ehcaron antes porque yo le pedí a Pancho que no lo hiciera...”. Boca ganó finalmente 1-0 con gol de Scotto en el último minuto. Sufriendo. Boca a lo Boca. Y Diego a lo Diego. Como tenía que ser.