Este post está tibio todavía. Recién salido del horno. Nada de jugadores de los noventa y mucho menos de los ochenta o setenta. Su inminente salida del club ya nos da vía libre para escribir acerca del penoso transitar de Lucas Martín Castromán por el xeneize.
Llegó a principios de 2008 proveniente del América de México. Debutó oficialmente el 24 de febrero en la victoria 2-0 con goles de Palermo a San Martín de San Juan como visitante por el Clausura. En el entretiempo le dejó el lugar en la cancha a Neri Cardozo y en ese momento, Lucas parecía tener todo para triunfar. Pese a no venir en la mejor condición física, el volante / delantero iba a ser llevado de a poco para agarrar ritmo de competencia.
Pero la realidad es que no terminó de agarrar ritmo nunca. Es verdad que jugó de a ratos, pero cada vez que entró se lo notó a kilómetros de distancia de compañeros y rivales.
En ese primer semestre jugó 5 partidos oficiales entre Copa y campeonato (en realidad fueron algo así como 270 minutos en total, o sea 3 partidos) y su nivel fue pobre.
Algo excedido de peso, tomó la pretemporada de mitad de año como un salvavidas en el agua y como la última oportunidad de pegar el salto para ganarse definitivamente un lugar. En la gira mexicana hasta le hizo un gol a los Dorados y parecía que su futuro pintaba ídem. Pero... Para el Apertura jugó sólo los primeros 45 minutos de la primera fecha contra el Lobo jujeño y su nivel fue notoriamente flojo. Lejos de las jugadas. Lejos de los rebotes. Sin velocidad. Sin desborde. Ni siquiera aprovechando lo que era su buena pegada con pelota parada. Nada de nada. Ischia lo sacó en el entretiempo para poner a Noir y el “Tito” abrió el camino del 4-0 final. Evidentemente la cosa pintaba jodida para el oriundo de Luján.
Enojado por el lugar que iba perdiendo a manos de Viatri, Mouche, Noir y Figueroa, decidió continuar su carrera (que había comenzado en Vélez, Lazio y Udinese de Italia) en Racing. Una vez instalado en Avellaneda tiró un par de bombas dando a entender que en Boca no se lo había respetado ni tenido en cuenta. En fin...
Llegó a principios de 2008 proveniente del América de México. Debutó oficialmente el 24 de febrero en la victoria 2-0 con goles de Palermo a San Martín de San Juan como visitante por el Clausura. En el entretiempo le dejó el lugar en la cancha a Neri Cardozo y en ese momento, Lucas parecía tener todo para triunfar. Pese a no venir en la mejor condición física, el volante / delantero iba a ser llevado de a poco para agarrar ritmo de competencia.
Pero la realidad es que no terminó de agarrar ritmo nunca. Es verdad que jugó de a ratos, pero cada vez que entró se lo notó a kilómetros de distancia de compañeros y rivales.
En ese primer semestre jugó 5 partidos oficiales entre Copa y campeonato (en realidad fueron algo así como 270 minutos en total, o sea 3 partidos) y su nivel fue pobre.
Algo excedido de peso, tomó la pretemporada de mitad de año como un salvavidas en el agua y como la última oportunidad de pegar el salto para ganarse definitivamente un lugar. En la gira mexicana hasta le hizo un gol a los Dorados y parecía que su futuro pintaba ídem. Pero... Para el Apertura jugó sólo los primeros 45 minutos de la primera fecha contra el Lobo jujeño y su nivel fue notoriamente flojo. Lejos de las jugadas. Lejos de los rebotes. Sin velocidad. Sin desborde. Ni siquiera aprovechando lo que era su buena pegada con pelota parada. Nada de nada. Ischia lo sacó en el entretiempo para poner a Noir y el “Tito” abrió el camino del 4-0 final. Evidentemente la cosa pintaba jodida para el oriundo de Luján.
Enojado por el lugar que iba perdiendo a manos de Viatri, Mouche, Noir y Figueroa, decidió continuar su carrera (que había comenzado en Vélez, Lazio y Udinese de Italia) en Racing. Una vez instalado en Avellaneda tiró un par de bombas dando a entender que en Boca no se lo había respetado ni tenido en cuenta. En fin...