Hay una de esas frases archiconocidas que asegura que “...detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer...”. Y sin ser muy rebuscados, creemos que es más que aplicable para el caso que hoy nos ocupa. El caso de Neri Raúl Cardozo. Y no es que uno quiera echarle el fardo de todos sus males a Sabrina Ravelli, pero es mucha casualidad que el tobogán interminable de Neri coincidió con la llegada de la infartante vedette/modelo a su vida sentimental.
Volante, oriundo de Mendoza, que surgió de las inferiores y se desenvolvió sin problemas por cualquiera de los dos costados del mediocampo. De buena técnica y muy veloz con y sin la pelota, Cardozo abusaba del disparo de media distancia. Y hacía bien, porque su pegada era como mínimo buena.
Debutó oficialmente el 15 de febrero de 2004 en el empate 0-0 contra Gimnasia en la Bombonera por la primera fecha del Clausura. De entrada nomás, el mendocino causó buena impresión. Y ni que hablar cuando en su tercer partido metió dos goles en Arroyito para la victoria 2-1 contra Central por la segunda fecha.
Siempre alternativa de refresco en el ciclo Bianchi, era fija que Neri entrara y rindiera en buen nivel. Con Brindisi, Benítez y Basile siguió sumando minutos en cancha y siempre redondendo tareas aceptables. A veces como titular y a veces entrando desde el banco pero siempre aportando cosas positivas al equipo. Y goles. Porque otra de las virtudes de Cardozo era su llegada al área de enfrente.
Tras la ida de Bilos a mediados de 2006, se ganó el puesto sin discusiones y los últimos partidos de Basile y los pocos de La Volpe vieron, tal vez, la mejor versión de Neri.
Con la llegada de Russo a la dirección técnica (y más tarde de Sabrina a su sommier) empezó el declive de Neri. Hizo algunos goles pero ya su nivel daba signos evidentes de que no era el mismo. Aceleraba cuando había que frenar, pateaba cuando tenía pase disponible a un compañero y probaba al arco desde cualquier lado, casi siempre mal. Y con la pelota andaba decididamente para el orto. Erraba pases a dos metros de distancia y hasta le costaba controlarla y dominarla. Como si todo esto fuera poco, dio la sensación de buscarse más problemas con actitudes que rozaban lo insólito. Como su imperdonable expulsión ante Cienciano en Perú por la Libertadores 2007. ¿O acaso alguna vez se vio a un jugador hacer a propósito un cambio de frente con una pelota cuando era con otra con la que se estaba jugando?
Ya con Ischia tocó fondo aún más. Y fue de tal manera, que un cuestionadísimo Jesús Dátolo le sacó merecidamente el puesto. En una de sus últimas chances, jugó en un muletto que mandó Boca a Ecuador para enfrentar a la Liga por la Sudamericana 2008. Y, entre tantos pibes que jugaron esa noche, Neri fue, lejos, el peor. Irreconocible.
En los cuartos de final de esa Copa, jugó su último partido. Fue frente al Inter de Brasil en la Bombonera, y su nivel fue tan inaceptable, que el técnico lo sacó en el entretiempo pese a que Boca debía dar vuelta la serie.
Nunca más se lo vio en cancha y para despedirse a todo trapo, se escapó a México para ponerse la camiseta de Los Jaguares de Chiapas.
Jugó en total 187 partidos oficiales, hizo 26 goles y nos dejó una gran pregunta. ¿Le echamos la culpa a Sabrina o no?