Antes que cualquier jugador de fútbol sea considerado polifuncional habría que recomendarle dos cosas: una, que asimile conceptos tácticos para desempeñarse y conocer los secretos de diferentes puestos dentro del campo de juego. Y dos, tal vez la más importante (?), que mire un poquito la carrera de Juan Manuel Cobián.
Muchacho nacido en el conurbano bonarense en noviembre de 1975, y que tras un fugaz paso por las infantiles de Estudiantes de Buenos Aires, llegó a La Candela on edad de pre-novena para ponerse la azul y oro.
Su arribo a pura ilusión fue dejando bien en claro que llegaba un ocho de interesante ida y vuelta. Pero al comenzar su derrotero en las inferiores pasó a ser utilizado inmediatamente como volante central.
Hasta que su camada llegó a las manos de Raffo como entrenador. Y el Coqui lo puso de cuatro. Y aunque es verdad que el Tano Novello más tarde lo usaría como tres, la zona derecha de la defensa quedó definida como su lugar en el mundo. Pero su sueño, evidentemente, era otro: “...me gusta jugar de cinco. Porque de chico siempre lo hacía. Me gusta tener la pelota y creo que tengo la capacidad de hacer jugar bien al equipo. Quizás no me me luzco tanto en la cancha. Pero me gusta lograr que mis compañeros jueguen bien...”.
Allá por mayo de 1993, en la quinta división, llegó a destacarse al ser nombrado capitán y hasta fue bautizado “capitán de la ilusión”, por encabezar una camada de pibes que prometía y mucho. ¿Quiénes eran? Luppino, Huici, Silvio Rivero, Dotta y Gustavo Aranda, entre otras joyas de la cantera.
Pero en los ratos libres seguía tirando fichines a ver si se salía con la suya: “...le pego bastante bien a la pelota, me gusta estar en contacto con ella. Soy un jugador de marca, pero cuando me suelto en ataque sé bastante y tengo capacidad para definir así que puedo jugar arriba y hacer goles. También me encantan los tiros libres, queiro patear siempre...”. Viendo como venía la mano, hasta Morfú y Cañete, los arqueros de ese equipo, deben haber vivido momentos de intranquilidad en la lucha por el puesto de guardameta.
Así despacito y en silencio, llegamos como por arte de Maggia al 14 de enero de 1997, primer partido de Bambino Veira al frente de Boca. Y esa jornada, llevada a cabo en el Morumbí para enfrentar al San Pablo en el marco de una copa amistosa llamada Clubes Hermanos, fue el escenario que vio a nuestro homenajeado correr sus únicos 5 minutos en la primera de Boca.
Ingresó por Néstor Lorenzo a los 85 y al toque del segundo gol de San Pablo. Así que vio en vivo y en directo y desde adentro de la estancia, el descuento esperanzador de Pedro González y el mazazo definitorio de Serginho para la derrota 1-3 final.
Pese al estreno, no tendría la mínima chance de ganarse un lugar en ese plantel y siguió carrera inmediatamente en Huracán de Corrientes. Lo que vendría despues es como mínimo raro. Un paso por el fútbol inglés en el Sheffield Weds, Charlton Athletic y Swindown Town. Hubo en el medio un toco y me voy en el Aberdeen de Escocia y más tarde una chance en España con la camiseta del Linares en la segunda B. Pero un buen día pegó la vuelta y se fue muy cerquita de sus orígenes en el Pincha de Caseros. A Almagro, el rival de toda la vida, para ser más exactos.
Muchacho nacido en el conurbano bonarense en noviembre de 1975, y que tras un fugaz paso por las infantiles de Estudiantes de Buenos Aires, llegó a La Candela on edad de pre-novena para ponerse la azul y oro.
Su arribo a pura ilusión fue dejando bien en claro que llegaba un ocho de interesante ida y vuelta. Pero al comenzar su derrotero en las inferiores pasó a ser utilizado inmediatamente como volante central.
Hasta que su camada llegó a las manos de Raffo como entrenador. Y el Coqui lo puso de cuatro. Y aunque es verdad que el Tano Novello más tarde lo usaría como tres, la zona derecha de la defensa quedó definida como su lugar en el mundo. Pero su sueño, evidentemente, era otro: “...me gusta jugar de cinco. Porque de chico siempre lo hacía. Me gusta tener la pelota y creo que tengo la capacidad de hacer jugar bien al equipo. Quizás no me me luzco tanto en la cancha. Pero me gusta lograr que mis compañeros jueguen bien...”.
Allá por mayo de 1993, en la quinta división, llegó a destacarse al ser nombrado capitán y hasta fue bautizado “capitán de la ilusión”, por encabezar una camada de pibes que prometía y mucho. ¿Quiénes eran? Luppino, Huici, Silvio Rivero, Dotta y Gustavo Aranda, entre otras joyas de la cantera.
Pero en los ratos libres seguía tirando fichines a ver si se salía con la suya: “...le pego bastante bien a la pelota, me gusta estar en contacto con ella. Soy un jugador de marca, pero cuando me suelto en ataque sé bastante y tengo capacidad para definir así que puedo jugar arriba y hacer goles. También me encantan los tiros libres, queiro patear siempre...”. Viendo como venía la mano, hasta Morfú y Cañete, los arqueros de ese equipo, deben haber vivido momentos de intranquilidad en la lucha por el puesto de guardameta.
Así despacito y en silencio, llegamos como por arte de Maggia al 14 de enero de 1997, primer partido de Bambino Veira al frente de Boca. Y esa jornada, llevada a cabo en el Morumbí para enfrentar al San Pablo en el marco de una copa amistosa llamada Clubes Hermanos, fue el escenario que vio a nuestro homenajeado correr sus únicos 5 minutos en la primera de Boca.
Ingresó por Néstor Lorenzo a los 85 y al toque del segundo gol de San Pablo. Así que vio en vivo y en directo y desde adentro de la estancia, el descuento esperanzador de Pedro González y el mazazo definitorio de Serginho para la derrota 1-3 final.
Pese al estreno, no tendría la mínima chance de ganarse un lugar en ese plantel y siguió carrera inmediatamente en Huracán de Corrientes. Lo que vendría despues es como mínimo raro. Un paso por el fútbol inglés en el Sheffield Weds, Charlton Athletic y Swindown Town. Hubo en el medio un toco y me voy en el Aberdeen de Escocia y más tarde una chance en España con la camiseta del Linares en la segunda B. Pero un buen día pegó la vuelta y se fue muy cerquita de sus orígenes en el Pincha de Caseros. A Almagro, el rival de toda la vida, para ser más exactos.
Para cerrar un dato para investigar (?). Hace cuestión de meses, días antes del Mundial de Sudáfrica 2010, se filtró que un tal Juan Cobián fue el empresario encargado de finiquitar el penoso USA Tour, donde el Boca de Pompei cayó en sus tres presentaciones.