El doblete de Palermo habrá sido inolvidable, la victoria sobre el Real Madrid tremenda y la caravana de bienvenida a los campeones apoteótica. Pero la realidad en aquel diciembre de 2000 obligó rápidamente a todo Boca a pasar de página y poner todos los sentidos en la definición del Apertura. No sin antes llevar a cabo el rito tan esperado. Pasear la Copa Intercontinental en una vuelta olímpica con una Bombonera colmada como escenario. Y el fixture, a veces cruel pero a veces muy gaucho, puso a San Lorenzo como invitado para la ocasión.
Así fue como el domingo 3 de diciembre minutos antes del choque clave por la fecha 17, el plantel asomó por el túnel y con el trofeo pasando de mano en mano dio una lenta vuelta alrededor del campo de juego. Mientras en la tercera bandeja del Riachuelo sólo atinaban a darse vuelta como si eso cambiara las cosas, el estadio entero se unió en un sólo grito furibundo: “...dale campeón...”.
Las tribunas desbordaban de gente y de cotillón. Banderas, trompetas, campanas, sirenas de aire comprimido y hasta máscaras de Palermo fueron la picada para el plato principal que fue un partido muy luchado y que tuvo la frutilla del postre cerca del final, con un pasegol de Riquelme para que Palermo defina a lo Martín (?), ponga el 1-0 definitivo y lo deje calentito a Saja deje a Boca al borde del título.