Desde el momento en que Juan Gilberto Funes pisó la Bombonera para enfrentar a Banfield en un partido entrenamiento previo al inicio del Apertura 90, muchos hinchas de Boca compraron la ilusión y soñaron a rolete (?) con verlo llevarse todo por delante con la azul y oro puesta. Ni hablar si encima durante ese amistoso con el Taladro, triunfo 3-0 en día laborable por la tarde, con pecheras azules y bastante gente en la Bombonera, el palo derecho del arco de Casa Amarilla quedó temblando un rato largo luego de un fierrazo del Búfalo.
Los entrenamientos de un Funes cada vez más afilado siguieron a la orden del día y si a eso le sumamos un Boca que iba a arrancar el campeonato metiendo cuatro triunfos en cuatro fechas, la expectativa creada por el inminente y esperado debut del Búfalo se tornó imparable. Un debut que lamentablemente jamás llegó a ocurrir ya que su pase, luego de semanas de idas y vueltas, terminó por deshacerse.
La noticia cayó como una bomba a mediados de septiembre de 1990 tras una revisación médica que detectó un problema en su corazón y lo obligaba a abandonar la práctica del fútbol. Así de una. Un mazazo inesperado para el mundo Boca así que ni queremos imaginar lo que habrá sido para el mismísimo Funes. Una segunda revisación dejó una puerta abierta aunque también descartaba la práctica de alta competencia. A todo esto, aunque suene increíble la FIFA se mandó por su cuenta y lo habilitó para que pueda jugar en Boca. Cosa que aparte de ser una imprudencia mayúscula, le habrá dado algo de esperanza a Funes.
Pero tal vez viendo como venía la mano, el Búfalo se comunicó con el mismísimo Dr. René Favaloro el miércoles 26 de septiembre por la noche y le solicitó una revisación y principalmente un diagnóstico. Favaloro acordó una fecha lo más rápido posible, pero las cartas estaban echadas. El jueves 27 se septiembre los hechos hablarían por sí solos.
A primera hora de la mañana un dirigente de Boca, Carlos Granero, pasó a buscar a Funes por la habitacion 206 del Hotel Elevage y juntos fueron al Hospital Italiano. Allí se reunieron con los doctores Motta, Gallo y Olivieri y de repente la pregunta brutal de uno de los médicos dejó a todos en silencio: “...Señor Funes, tengo que ser frontal. ¿Usted qué prefiere, el fútbol o la vida?...”. Game over para el Búfalo. Para colmo cuando salió del hospital, cientos de hinchas lo cruzaron en la calle pidiéndole que apure su debut con la camiseta de Boca tras la derrota en el superclásico del 23 de septiembre.
Funes llegó a su casa y casi de inmediato armó los bolsos y se fue a San Luis con su familia. Le levantó una capillita al santo El Milagro (foto) pero su carrera estaba definitivamente terminada y así lo hizo saber en ese momento tan duro que le deparó el destino: “...tengo la ilusión que mi mujer me despierte una mañana y me diga que todo fue una pesadilla. Los médicos me dijeron que tengo que parar sí o sí. No hay posibilidad de que me muera en una cancha, pero sí de adelantar los síntomas de la enfermedad... por ejemplo, la semana pasada cuando terminé de entrenar me agarró un dolor en el pecho...”.
El caso Funes tomó estado público y los detalles fueron más que contundentes. Como por ejemplo que su corazón pesaba 800 gramos, cuando el corazón de un deportista pesa aproximadamente 225 gramos. Concretamente su enfermedad era una insuficiencia aórtica que ocasionaba que la válvula de su corazón se abriera bien para permitir la salida de la sangre, pero que se cerrara a medias, con lo que la sangre en vez de repartirse por todo el cuerpo volvía al corazón.
La catarsis del Búfalo siguió hasta donde pudo: “...con esto que me dijeron, ya soy un ex jugador. ¿Quién va a firmar un contrato haciéndose responsable de lo que pudiera pasarme? Estoy destrozado. Lo que me da más pena es no haber jugado en Boca. Hace quince días cuando crucé la Bombonera para ir a ver el partido con Chaco For Ever desde atrás del banco de suplentes, se vino la cancha abajo. Se me cayeron las medias. No sé. Se me ocurrió aunque sea hacer un partido despedida y jugar un rato para Boca. En una de esas hasta puedo conseguir que venga Diego...”.
De golpe y porrazo, su futuro como futbolista quedaba trunco y trató de hacer un balance de esos dos meses y pico en los que se sintió jugador de Boca: “...lo que más me molestó fue cuando Alegre interrumpió la conversación y comenzó a dar el resultado de los exámenes como si fuera el veredicto de un juicio. Y además dijo que si Funes decidía seguir jugando, lo podía hacer en cualquier club menos en Boca...”. Pero también habló de las buenas: “...el momento más emocionnate fue la semana antes del partido con River que perdimos 2-0. Giunta se me acercó con lagrimas en los ojos y me dijo “¿justo a vos te tiene que pasar esto? ¿justo a vos que sos un fenómeno?” La verdad me voy mal, con muchos amigos pero mal, porque se me va una pasión...”.
Funes finalmente abandonó el fútbol con 27 años y terminó falleciendo el 11 de enero de 1992 de un ataque cardíaco.