Como si perder 1-4 con River viendo hacer los goles a Francescoli y Alonso no fueran suficiente drama (?), hubo un hecho que pudo transformar el superclásico de la segunda rueda del Metro 84 ya no en una tragedia futbolística sino en una de dimensiones mayúsculas.
El hecho en cuestión, ocurrido a los 12 minutos del segundo tiempo de aquel domingo 11 de noviembre de 1984, tuvo un comienzo insólito y un desarrollo dramático, pero gracias a Dios un final feliz. ¿Qué pasó?
Cuando Rafael Herrera marcó el gol del trasnsitorio empate xeneize, un hincha de Boca ubicado en la platea Belgrano baja, mientras gritó la conquista a viva voz dejó escapar accidentalmente de entre sus brazos a su hijo de dos años quien cayó al foso del costado de la platea. Un verdadero desastre.
El chico, llamado Damián, fue llevado inmediatamente al Hospital Pirovano. Pero como estamos en la Argentina allí no había las prestaciones necesarias, fue trasladado de urgencia al Hospital de Niños donde un equipo de neurocirujanos lo atendió en forma inmediata para descartar cualquier complicación más allá del tremendo golpazo que se debe haber pegado. Que pensándolo bien pudo haber sido mucho peor si la caída era sobre la pista de atletismo.
El final de la jornada fue con los padres haciendo guardia en el hospital y los médicos confirmando que el estado del chico no revestía la gravedad que se supuso desde un principio.
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Gracias por la colaboración a Pablo, el Coleccionista de Boca