La categoría bomba le queda muy corto a la noticia que tomó estado público en la mañana del domingo 18 de octubre de 1981, a horas de la visita de Boca a la cancha de Unión por la fecha 8 del campeonato Nacional.
De la nada misma empezó a hablarse de que Diego Armando Maradona, con 21 años pero ya considerado el mejor jugador del mundo, anunciaba su retiro del fútbol. ¿Lo qué? Sí señores, Maradona colgaba los botines. Agobiado, harto, podrido y en uno de sus habituales bajones, Diego pateó el tablero desde Paraná, provincia de Entre Ríos, cuando dio una nota en el lobby del hotel El Mayorazgo, lugar donde concentró Boca antes de bajar a Santa Fe para jugar con el Tatengue. Puso primera y arrancó una especie de monólogo: “...esto no va más. No quiero que se tome en broma lo que digo. Me estoy cansando, cada vez me saturo más, quisiera parar un poco la máquina, por eso es que he pensado en abandonar el fútbol. Me han afectado muchas cosas que se han publicado sobre mi vida, sobre mi intimidad. Estas mentiras me hicieron mucho daño. La seguidilla de partidos también me ha deteriorado muchísimo. Estoy cansado y quiero largar. Tengo menos paciencia, estoy más nervioso y pierdo alegría. Quisiera que se deje de hablar tanto de Maradona, quiero vivir más tranquilo. Por el momento lo que pienso es cumplir el contrato con Boca y después dejo. Con la selección también, por supuesto, voy a cumplir. Pero pensar en la concentración ya me fastidia. Sobre esto quisiera llegar a un acuerdo. La verdad, no aguanto más...”.
Maradona venía de salir campeón con Boca en agosto y de romperla contra Estudiantes en 1 y 57 el miércoles anterior por la noche. Pero el asedio de la prensa y especialmente las concentraciones, entre otros factores, empezaban a pesarle más de la cuenta. Y cuando hablamos de otros factores nos referimos a lo ocurrido el día anterior. Boca concentró en Paraná para estar algo más tranquilos, pero ese sábado 17 de octubre a eso de las cinco de la tarde, Diego arragó su coche y fue junto a Claudia a presenciar una semifinal de rugby en la cancha de El Quillá. Se enfrentaban Santa Fe contra Buenos Aires y su llegada provocó tal desborde que la gente presente dejó de mirar el match para practicamente rodearlo. O sea, no pudo ver ni un mísero try. Así que hinchado soberanamente las pelotas, levantó campamento con los pajaritos volados (?) y su estado de ánimo no fue el mejor.
Cosa que obviamente no le privó de jugar un muy buen partido contra Unión. A los 7 minutos recibió en el suelo un puntapié de Eduardo Sánchez. A los 39 Carlos Zacarías López le hizo un foul que derivó en el gol de Krasouski. A los 20 del segundo tiempo, fue atendido alevosamente por el Colorado Regenhardt (foto), se recuperó, dejó varios hombres en el camino y lo terminaron fouleando nuevamente. Ya sobre el final, Alberto le entró feo y Sánchez nuevamente le volvió a pegar cuando ya estaba en el piso, lo que terminó con la roja al jugador tatengue. En resumen, lo cagaron a patadas con la complicidad de Barraza.
Tras la victoria final por 1-0, como Maradona se guardó bajo siete llaves, el hombre más buscado fue Cyszterpiler, quien ya sabiendo de las declaraciones de Diego hizo lo posible por minimizarlas bastante: “...es verdad, no se siente muy bien. Hay cosas que le molestaron. No aguanta más la concentraciones. Pero hay que hablar más tranquilos. Yo tengo que protejerlo para que su cuerpo y su mente estén bien y que el público pueda entonces sentir alegría por verlo jugar. Hay que conversar tranquilos todos los temas: su contrato, la selección nacional, las concentraciones. Vamos a ver qué es lo que ocurre...”.