Después de las penurias vividas en la nefasta década
de 1980, Boca había comenzado los noventas en buena forma con el no-título y la
frustración de la final ante Newell’s, cierto protagonismo en la Libertadores y el
campeonato de 1992 de la mano de Márcico, Giunta, el chino Tapia, Navarro Montoya
y el Maestro Tabárez en el banco. Pero esa racha fugaz fue sólo un espejismo:
en 1993 la interna de halcones y palomas hizo rodar la cabeza del Maestro y
todo se hizo cuesta arriba.
Así fue como el hincha de Boca fue acumulando una
desilusión atrás de otra, y luego de ganar las elecciones, el flamante
presidente Mauricio Macri eligió a Carlos Salvador Bilardo como técnico para
reemplazar al gran Silvio Marzolini, en un banco que a esta altura calculamos
tenía temperaturas caribeñas (?).
Así es como llegamos al picante duelo que se iba a ver
en el José Amalfitani por la fecha 13 del torneo Clausura 1996: mientras Vélez
puntero cuando todavía no existían los floggers estaba disfrutando de
las mieles del éxito y de lo que sería la mejor etapa de su historia de la mano
de Carlos Bianchi como técnico, el Boca de Bilardo llegaba con una campaña un
tanto irregular pero que le permitía soñar con el campeonato: estaba a dos
puntos de la posición de privilegio. Y si a esto le sumamos los antecedentes
inmediatos entre ambos equipos y el duelo de egos que prometía revancha entre
los arqueros de ambos equipos (http://imborrableboca.blogspot.com.ar/2011/08/navarro-montoya-vs-chilavert.html), el combo resultaba
explosivo. Sobre todo teniendo en cuenta que el encargado de impartir justicia
en aquella contienda sería nada más y nada menos que el “Sheriff” Javier
Castrilli.
Los once que alistó el Doctor Bilardo aquella noche
fueron: Navarro Montoya; Gamboa, Fabbri y Mac Allister; el Pepe Basualdo,
Fabián Carrizo, el Kily González y la Bruja
Verón ; Maradona; Caniggia y Scotto. La noche había arrancado
espectacular: Boca jugando el mejor fútbol que se había visto en años y ganando
1 a 0 con
gol de Caniggia y baile incluído, con el Diego manejando la orquesta. Todo era
fiesta azul y oro hasta que apareció la mano dura de Castrilli para arruinarlo
todo: primero, dando válido el gol del empate del “patito” Camps cuando la
pelota claramente no había ingresado en su totalidad, luego un dudoso penal con
roja a Fabbri incluída y la magia se hizo añicos: dos goles de Chilavert cerrada
de orto mediante a Navarro Montoya y tres a uno. Como si esto no fuera
poco, se generaron desmanes en la hinchada de Boca “que no se iba a comer
semejante garrón” (Diego dixit) y partido momentáneamente suspendido. El
desmadre se hizo completo con la expulsión a Maradona sin motivo aparente y que
concluyó con una escena histórica en el fútbol argentino: Diego pidiéndole
explicaciones a Castrilli y acusándolo de vigilante y de estar muerto (?) . Cartón lleno.
El segundo tiempo verdaderamente estuvo de más con
Boca sintiendo la ausencia de dos jugadores –luego serían tres con la expulsión
de Carrizo- y Vélez se aprovechó y pegó dos veces más para rubricar el 5 a 1 final.
De esta forma se terminaba el sueño del campeonato
para el Boca de Bilardo y la única alegría vendría semanas más tarde con un
Caniggia inspiradísimo y a los besos con Maradona, cuándo no, contra River en la Bombonera. Pero
esa, esa es otra historia.