jueves, 15 de enero de 2009

Esteban “Gringo” Pogany


El caso de Esteban Ernesto Pogany en Boca es, como mínimo, curioso. Arquero de enorme experiencia y trayectoria que recaló en el xeneize a fines de la década del ochenta y que se dio el lujo de dar cuatro vueltas olímpicas en el club. Incluso, bastante ágil bajo los tres palos. ¿Cuál es el tema entonces? Que la verdad prácticamente no jugó.
Porque un tipo que ataja ocho partidos en cinco años es muy difícil de evaluar. Comió banco a lo loco detrás de un Navarro Montoya que no dejaba un hueco libre ni que lo maten.
Debutó oficialmente el 19 de noviembre de 1989 en un 1-1 del Boca de Aimar contra Racing en Avellaneda (foto).
Su imagen más habitual era verlo entrar al campo de juego, con el partido empezado, corriendo desde el vestuario y pasando por atrás del arco que da a Casa Amarilla para ir a sentarse al banco de suplentes. Es que Pogany era una fija en los partidos de reserva.
Fue el arquero de Boca en la primer visita del xeneize al Nuevo Gasómetro. Ese 12 de abril de 1994, le regaló el segundo palo al brasileño Silas, que no sólo le daba el triunfo al Ciclón sino que metía su primer gol oficial en la Argentina.
Sin embargo, toda la trascendencia que el “Gringo” no tuvo pisando el pasto, la tuvo en los vestuarios. Cumplió una participación más que destacada en el quilombo de los halcones y palomas. Siempre fue comentario off the record que Pogany había sido la piedra de la discordia en la repartija de los premios por la obtención del Apertura 1992. Más allá de si merecía cobrar más o menos plata por no haber jugado ni un minuto, los dos bandos se alinearon y plantearon sus diferencias con Pogany como excusa.
Leer su carrera futbolística puede llevar más tiempo que analizar sus partidos en el club: jugó en Independiente, Belgrano de Córdoba, Huracán, Deportivo Español, Racing, Banfield, San Lorenzo, Ferro, Atlético Tucumán y en Independiente Santa Fe, Unión Magdalena y Junior de Colombia.