Antes de ponernos a desmenuzar el meteórico paso de Pablo Marcelo Trobbiani por Boca, hay que aclarar que sí. Es hijo de Marcelo Antonio, el volante ofensivo que vistió la azul y oro en la década del setenta y principios de los ochenta.
Hecha la salvedad, nos zambullimos ahora en Pablo. Volante central con más técnica que quite que surgió de las inferiores xeneizes en el apogeo de la era Griffa. Debutó oficialmente el 29 de septiembre de 1996 frente a River por el Apertura. Esa tarde-noche, seguramente más recordada por el nucazo agónico de Guerra que por el debut de Trobbiani, ingresó por “Tito” Pompei promediando el segundo tiempo.
No tuvo mucho lugar y menos aún oportunidades de mostrarse en semejante jungla que era el plantel del Boca de Bilardo. Lo de jungla va por la insólita cantidad, y también calidad, de jugadores.
En total jugó 4 partidos y, obviamente, no hizo goles. Al debut con River le siguió un 2-0 a Unión (el día que debutó Riquelme), un 6-0 a Huracán (el día que debutó Guzmán, uff) y un 4-1 a Platense. Todos por ese Apertura, todos en La Boca y todos triunfos.
Con los bolsos armados, el oriundo de Elche, España, se fue en busca de un futuro mejor. No sabemos si lo encontró. Pero, con las pruebas a la vista, podemos asegurar que por lo menos lo intentó. ¿Por qué? Porque pudimos verlo vistiendo una banda de camisetas a lo largo de su carrera: Talleres (Córdoba), Cobreloa (Chile), Castel Di Sangro (Italia) y Málaga, Badajoz, San Fernando, Sabadel y Motril (todos de España).