Para ningún hincha de Boca es novedad que Giunta le haya pegado patadas a todo lo que le pasara cerca. Y a no dudar que eso fue justamente lo que lo convirtió en ídolo.
Pero a la interminable galería de encontronazos y peleas de Blas, le faltaba quizás un broche de oro. O una confirmación de que a la hora de plantarse cara a cara, Giunta no le importaba un carajo quien se lo ponía delante.
El cruce en cuestión tuvo lugar la noche del 4 de noviembre de 1989 cuando Boca visitó a San Lorenzo en cancha de Huracán por la primera rueda del campeonato 1989/90.
La cosa fue que cerca del final del primer tiempo, con el partido 0-1 a favor del Ciclón y las pulsaciones a mil en busca del empate, Giunta fue a buscar una pelota que se había ido al lateral cerca de mitad de cancha. Blas salió del campo de juego a todo galope pero en su camino se topó con un policía bien parado y mirándolo de frente. De esos típicos policías que terminan siendo espectadores de lujo de los partidos.
Lanzado en velocidad, se frenó justo antes de chocar con el cana (el de camisa celeste) que, no solo no se movió ni un centímetro para dejarlo pasar, sino que además escondió la pelota detrás de sus pies, provocando la reacción de Giunta. Blas empujó al oficial y le tiró una patada que le pasó entre las piernas.
Enseguida se armó un revuelo bárbaro. Cayeron otros policías, los jugadores de Boca y un Pancho Lamolina que quiso calmar los ánimos con un brutal “...¿qué hacen boludos? Salgan de aquí. A los policías no los puedo expulsar pero a ustedes sí...”.
Por suerte, tras el amague de casi irse a las manos, todo quedó en la nada. Al cana se lo llevaron a pedido de Lamolina, Blas siguió jugando y Boca y San Lorenzo empataron finalmente 2-2.