Cualquier ser humano (?) que siga los pasos de su padre y, aunque sea por poco, logre superarlo debe sentir una enorme satisfacción. Y en tren (?) de imaginar ejemplos debe estar el de Carlos Ariel Marinelli, enganche clase 1982, que no sólo siguió el camino de su progenitor, sino que lo superó. Apenitas, pero lo superó. Su papá, Héctor, jugó en Boca sólo dos partidos a mediados de los sesenta. Y Carlos Ariel, con la azul y oro en el pecho, se dio el gustazo de vestirla en 3 encuentros oficiales en los que no pudo hacer goles.
Llegó de Argentinos Juniors a fines de la década del noventa para sumarse al megaproyecto de inferiores que transitaba el xeneize. Pero Marinelli no llegó a debutar en primera que ya estaba armando los bolsos para irse a Inglaterra a jugar en el Middlesbrough. De allí pasó al Torino de Italia para luego, a comienzos de 2004, recalar en el Boca de Bianchi.
Llegó con bastantes bombos y platillos, ya que la experiencia europea, en teoría, había terminado de forjar a un supuesto crack a punto de dar el gran salto.
Su debut fue un día bisiesto. El domingo 29 de febrero Boca recibió a Vélez en la Bombonera por el Clausura. Hubo mucha expectativa por ver las fintas de un Marinelli que tuvo cierta participación en el primer gol de Boca, ya que saltó a cabecear un centro y forzó a que Alcaraz la meta en contra de su propia valla.
Pero la cosa no terminó bien. Promediando el segundo tiempo, en un ataque velezano sobre la derecha, Marinelli se dejó gambetear y cometió el peor de los pecados: no siguió a su marca y lo dejó desbordar y tirar el centro con toda la comodidad del mundo. Para colmo de males, el centro fue conectado por el uruguayo De Souza y la pelota fue a descansar dentro del arco que da a la calle Brandsen. Hubo enseguida murmullos por lo grave de la jugada. No fue imperdonable que haya sido gambeteado. Pero sí fue imperdonable desentenderse de la jugada y ni siquiera correr de atrás al rival.
Bianchi debe haber entendido lo mismo porque a los cinco minutos lo sacó del campo de juego para poner al brasileño Iarley. El 3-3 final no dejó muy bien parado que digamos a Carlos Marinelli. Es sabido que el Virrey freeza al que sea ante actitudes de ese tipo.
Jugó dos partidos más (triunfos 2-1 a Banfield y 4-1 a Racing) en marzo y chau Marinelli. Off the record todos coincidían en que la falta de compromiso y su marcada pachorra le cavaron la fosa en el xeneize.
Se fue de Boca y siguió su carrera por distintos rincones del planeta: Sporting Braga de Portugal, Kansas City de USA y Millonarios de Bogotá.