El 20 de septiembre de 1931 quedó grabado no sólo como la fecha del primer superclásico de la era profesional, sino también como uno de los primeros hechos concretos en donde se perfilaron algunas tendencias que iban a acompañar a los dos equipos más grandes del fútbol argentino a lo largo de toda su historia. Y haciendo un esfuerzo por ser lo más objetivos posible, hay que reconocer que a excepción de algún arañazo que sí ocurriría setenta y tres años después, el rival hizo todo lo posible para no seguir el partido.
El clásico, jugado en la vieja cancha de Boca sobre el final de la primera rueda, mostró un marco imponente donde el público buscó su lugar muchas horas antes del comienzo. No podemos asegurar si esa cancha latía o no, pero el desborde de hinchas evidentemente puso algo nerviosos a los jugadores rivales. Y eso que la tarde había arrancado píntada de rojo y blanco gracias a un tanto de Peucelle que puso un gol arriba al visitante.
Todo transcurrió bastante normal hasta llegar al minuto treinta, hora del caos. Ante un penal sancionado a favor de Boca, los jugadores de River rodearon al árbitro y protestaron el fallo durante un rato largo. No tenemos el dato concreto de si hubo cacareo, pero el llanto fue tal que la ejecución del penal se dilató más de lo previsto. Mientras tanto y para matizar la espera los policías, conscriptos y marineros se pusieron a patear penales en el arco.
Restablecida la calma, Francisco Varallo tomó carrera, remató y su disparo fue contenido por el uno millonario. Pero con la redonda todavía picando cerca de la línea, Pancho demostró entender cómo se juegan estos partidos, y se lanzó sobre la pelota tirándose con alma y vida para empujarla al gol. Según cuentan, se tiró a lo bestia, sin medir consecuencias en el choque con el arquero Iribarren. ¿Pero cómo hay que ir a buscar una pelota así? ¿En puntas de pie y pidiendo permiso?
Con el gol convalidado por el juez, y los jugadores e hinchas de Boca festejando, se desató la locura. Los jugadores de River corrieron al árbitro y lo roderon pidiendo ahora foul de Varallo. Hubo empujones, insultos, algún manotazo y hasta corridas que obligaron al juez a tomar medidas concretas: tres jugadores de River expulsados. Pero los tipos, empecinados en dar un curso acelerado de histeria, se negaron a irse a las duchas. Tras varios minutos y viendo que la negativa a acatar la orden del juez seguía firme, el árbitro no tuvo otro remedio que suspender el partido a los 32 del primer tiempo. Un bochorno.
El Tribunal analizó los hechos con posterioridad, y no le tembló el pulso para impartir justicia y darle el partido por ganado a Boca 1-0. El once boquense que fue testigo directo de tanto nerviosismo millonario fue: Fossatti, Ludovico Bidoglio, Mutis, Moreyras, Spitale, Suárez, Penella, Varallo, Vargas, Cherro y Alberino.
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UPDATE
El partido de reserva jugado ese mismo 20 de septiembre de 1931 también debió suspenderse. Fue a los 15 del segundo tiempo y con Boca ganando 2-1, cuando el equipo visitante abandonó el campo de juego luego de una pelea en la que participaron jugadores de ambos equipos.
Por este motivo las 45.000 personas presentes transformaron la cancha en una olla a presión. Era tal el clima que los equipos de la primera salieron a la cancha y empezaron el clásico antes del horario pactado.