Sin ponernos a analizar mucho en detalle, lo cierto es que la trayectoria de Ariel Sebastián Carreño en Boca no fue muy impactante que digamos. Ni desde las estadísticas ni desde el rendimiento. Estamos hablando de un delantero con presencia física, velocidad y algo de habilidad. Dicho así suena bárbaro, pero a esto hay que sumarle un andar tibio y una cantidad importante de lagunas por partido.
Surgido de las inferiores xeneizes, debutó oficialmente la tarde noche del 16 de agosto de 1998 en el 3-2 a Gimnasia de Jujuy por la segunda fecha del Apertura. Tras estar sentadito ochenta y nueve minutos de espaldas a Del Valle Iberlucea, fue un espectador de lujo para ver el gol a favor y el gol en contra de Martín Palermo. Pero casi en el cierre, recibió una indicación paternal de Bianchi y entró a la cancha para reemplazar a Juan Román Riquelme.
Ese minuto jugado, fue ni más ni menos que su primer ciclo con la azul y oro ya que estuvo un tiempo más pero no fue tenido en cuenta en ese verdadero equipazo que se formó sin que muchos nos diéramos cuenta. Por eso, sumado a que Guillermo y Palermo estaban en llamas, debe haberlo pensado bien y agarró volando una oferta para irse a préstamo al fútbol mexicano.
Luego de la experiencia más un paso por el Funebrero, volvió en 2001 para comenzar a transitar su segundo ciclo en el club, con bastante más rodaje que el anterior. Tras jugar algunos ratos aislados, por fin pudo tener sus noventa minutos completos. Fue el 25 de junio de 2001 en la Bombonera, una noche de empate 2-2 contra el Vasco da Gama por la Copa Mercosur. Y esa jornada, coronada con un bombazo que terminó en gol, generó bastante ilusión en los hinchas y cuerpo técnico. Carreño se posicionaba de buenas a primeras como alternativa en ese semestre de transición anunciado por el Virrey. Fue en esta época donde alcanzó mayor continuidad y marcas en las redes contrarias. Nada para descorchar pero era una opción a tener en cuenta. Así anduvo hasta mediados de 2002, donde el Maestro Tabárez metió mano y evidentemente no hizo mucho para retenerlo.
Se puso las camisetas de Chicago y San Lorenzo y pegó la vuelta a mediados de 2004 para su tercer ciclo en el amanecer del ciclo Brindisi. En su segundo partido se mandó con un gol electrizante en el 3-0 a San Lorenzo en la Bombonera, tras enganchar y ajusticiar la valla azulgrana. Lo gritó con alma y vida de cara a los socios de Casa Amarilla, tal vez pensando que podía ser el trampolín definitivo para su relanzamiento. Pero no. Compartió la agonía de Boca en ese Apertura 04 y tras jugar contra Almagro por la última fecha, se fue definitivamente del club dejando tres ciclos, 44 partidos oficiales disputados y 8 goles convertidos. Más allá de si los números le alcanzan o no para zafar, la sensación es que como mínimo le faltó ese plus necesario para pegar el gran golpe.
Su carrera incluyó toda la paleta de colores al ponerse las camisetas de Puebla de México, Chacarita, Nueva Chicago, San Lorenzo, Thun de Suiza, Lanús, Tiro Federal, San Martín de San Juan y Millonarios, Once Caldas y actualmente La Equidad de Colombia.