Cuando el Pichi Loustau pitó la finalización del primer tiempo el 25 de noviembre de 1990, la Bombonera se transformó en una caldera. Arengada por la barra enfrentada a muerte con Cai Aimar, toda la gente se unió en un canto contra el técnico de Boca. Hubo que levantar la lona que estaba sobre la entrada del túnel local y hasta volaron algunos proyectiles para despedir al técnico. ¿Qué pasó? Boca perdía 0-2 con Mandiyú desde los 20 del primer tiempo, el equipo daba lástima, usaba medias blancas y estaba a días de cumplir tres meses sin triunfos en cancha de Boca. Lindo panorama.
En el medio de semejante candombe, Fernando Javier Mazzini, segundo marcador central, hacía nada menos que su presentación oficial. Compartió defensa y kilos de dudas junto a Luis Abramovich, Juan Simón de dos y el mendocino Moya de tres. Ojo, ninguno de los cuatro hizo pie en esos cuarenta y cinco minutos.
El tema es que mientras los jugadores se sentaban para la charla técnica del Cai, el estadio entero hizo sonar el escarmiento al ritmo de “...la ca-miseta de Boca, se tieeeene que transpirar, y si no, no seeee la pongan, vayansé y no roben más...”. Seguramente deben haber temblado las paredes del vestuario y hasta por ahí las piernas de Aimar que, rápido de reflejos, cortó el hilo por lo más delgado. Afuera Mazzini. Adentro Chino Tapia. Tres en el fondo y a matar o morir.
Boca salió en el segundo tiempo a jugársela y empató ese partido. Aimar aguantó un par de fechas más en ese Apertura y siendo rigurosos salvó su cabeza ese domingo a costa de la de Mazzini.
Nuestro homenajeado, con un paso previo por las inferiores de Ferro, obviamente no jugó nunca más y siguió su carrera, brutalmente decapitada tras escasos cuarenta y cinco minutos, en el Pincha de Caseros.
En el medio de semejante candombe, Fernando Javier Mazzini, segundo marcador central, hacía nada menos que su presentación oficial. Compartió defensa y kilos de dudas junto a Luis Abramovich, Juan Simón de dos y el mendocino Moya de tres. Ojo, ninguno de los cuatro hizo pie en esos cuarenta y cinco minutos.
El tema es que mientras los jugadores se sentaban para la charla técnica del Cai, el estadio entero hizo sonar el escarmiento al ritmo de “...la ca-miseta de Boca, se tieeeene que transpirar, y si no, no seeee la pongan, vayansé y no roben más...”. Seguramente deben haber temblado las paredes del vestuario y hasta por ahí las piernas de Aimar que, rápido de reflejos, cortó el hilo por lo más delgado. Afuera Mazzini. Adentro Chino Tapia. Tres en el fondo y a matar o morir.
Boca salió en el segundo tiempo a jugársela y empató ese partido. Aimar aguantó un par de fechas más en ese Apertura y siendo rigurosos salvó su cabeza ese domingo a costa de la de Mazzini.
Nuestro homenajeado, con un paso previo por las inferiores de Ferro, obviamente no jugó nunca más y siguió su carrera, brutalmente decapitada tras escasos cuarenta y cinco minutos, en el Pincha de Caseros.