Con pasado en el fútbol europeo y rodaje en la Celeste, el arribo de Carlos Eber Bueno a mediados de 2007 se dejaba ver como un refuerzo más que interesante para alternar con Palermo y Palacio. Porque sin contar su habilidad ni su cuota goleadora, lo que ofrecía el delantero uruguayo era la chance de tener recambio de jerarquía y hasta la variante de tirarse un poco atrás y arrancar como media punta. Todo muy lindo, pero no. La cosa no anduvo.
Debutó en cancha de Banfield el 16 de septiembre de 2007, tarde en que Palermo de despachó con cuatro goles para que Boca gane 6-0 y al finalizar esa novena fecha, pueda mantenerse en la punta del Apertura junto a Independiente. Y su ingreso, por Palacio faltando 25 minutos, podríamos decir que fue en un escenario ideal para mostrar toda su pimienta, ya que la defensa del Taladro era Lavalle y Florida. Pero tal vez decidido a no pelar todas sus cartes de entrada, nuestro homenajeado se reservó para su segunda presentación siete días más tarde.
Esa jornada Boca caía insólitamente 0-1 con Gimnasia de Jujuy en la Bombonera y calculamos que Russo debía estar fuera de sí. ¿Por qué? Porque faltando 25 minutos se animó e hizo un cambio mandando a la cancha a Bueno a ver si podía sacudir la modorra. Y le salió bárbaro. Al minuto nomás, en un avance algo desordenado y corajudo del uruguayo, la pelota quedó boyando en el área y Boselli la clavó contra el palo para el empate. Pero lo que pintaba como un arranque furioso no fue tal. O sí, si consideramos que en pro de hacer justicia con el tiempo que seguían haciendo los jujeños, a Bueno se le soltó la cadena y empezó a repartir. Primero fue una piña al arquero por no largar la pelota. Y luego, en el 2-2 final a los 98 minutos gracias al descuento de Baldassi, corrió al autor del gol y le metió un par de trompadas en la pelota que se llevaba escondida debajo de la camiseta. La garra charrúa en su máximo exponente (?).
El tobogán en que cayó Boca a partir de ese domingo arrastró a todos. Técnico y jugadores. Así que desde ya que el uruguayo no fue la excepción. Mostró algunas ráfagas más de empuje, un puntinazo que fue gol en Sarandí la tarde que Boca tiró la toalla en la lucha por el título y nada más. Los fríos números hablan de apenas 10 partidos oficiales, pero ninguno completo. Siempre entrando como refresco desde el banco.
Al terminar el semestre se las picó para seguir su carrera en Peñarol, Real Sociedad de España y un tercer ciclo en el Carbonero. Sus comienzos fueron justamente en el equipo uruguayo, para luego desfilar por el París Saint Germain de Francia y el Sporting Lisboa de Portugal.
Debutó en cancha de Banfield el 16 de septiembre de 2007, tarde en que Palermo de despachó con cuatro goles para que Boca gane 6-0 y al finalizar esa novena fecha, pueda mantenerse en la punta del Apertura junto a Independiente. Y su ingreso, por Palacio faltando 25 minutos, podríamos decir que fue en un escenario ideal para mostrar toda su pimienta, ya que la defensa del Taladro era Lavalle y Florida. Pero tal vez decidido a no pelar todas sus cartes de entrada, nuestro homenajeado se reservó para su segunda presentación siete días más tarde.
Esa jornada Boca caía insólitamente 0-1 con Gimnasia de Jujuy en la Bombonera y calculamos que Russo debía estar fuera de sí. ¿Por qué? Porque faltando 25 minutos se animó e hizo un cambio mandando a la cancha a Bueno a ver si podía sacudir la modorra. Y le salió bárbaro. Al minuto nomás, en un avance algo desordenado y corajudo del uruguayo, la pelota quedó boyando en el área y Boselli la clavó contra el palo para el empate. Pero lo que pintaba como un arranque furioso no fue tal. O sí, si consideramos que en pro de hacer justicia con el tiempo que seguían haciendo los jujeños, a Bueno se le soltó la cadena y empezó a repartir. Primero fue una piña al arquero por no largar la pelota. Y luego, en el 2-2 final a los 98 minutos gracias al descuento de Baldassi, corrió al autor del gol y le metió un par de trompadas en la pelota que se llevaba escondida debajo de la camiseta. La garra charrúa en su máximo exponente (?).
El tobogán en que cayó Boca a partir de ese domingo arrastró a todos. Técnico y jugadores. Así que desde ya que el uruguayo no fue la excepción. Mostró algunas ráfagas más de empuje, un puntinazo que fue gol en Sarandí la tarde que Boca tiró la toalla en la lucha por el título y nada más. Los fríos números hablan de apenas 10 partidos oficiales, pero ninguno completo. Siempre entrando como refresco desde el banco.
Al terminar el semestre se las picó para seguir su carrera en Peñarol, Real Sociedad de España y un tercer ciclo en el Carbonero. Sus comienzos fueron justamente en el equipo uruguayo, para luego desfilar por el París Saint Germain de Francia y el Sporting Lisboa de Portugal.