Escapando de las garras del fascismo que castigaban a Europa, un joven inmigrante esloveno de 29 años llamado Viktor Sulcic arribó a la Argentina durante 1924, seguramente sin tener ni la menor idea de lo que le esperaba de este lado del mundo. Pero el destino le tenía reservado nada más y nada menos que la fama eterna de su obra.
Nacido en el año 1895 cuando Eslovenia todavía no era un país independiente sino que pertenecía al imperio austrohúngaro, se recibió de arquitecto en Trieste, Italia. Lugar donde sintió de muy cerca la Primera Guerra Mundial antes de su llegada a la Argentina. Y ya instalado en este país se topó con un primer palo en la rueda. Como en Italia hubo una reestructuración académica no pudo revalidar su título en la Argentina. Chupate esa mandarina.
Diseñó iglesias y fue pionero en el uso del hormigón armado para grandes obras pero el problema administrativo con su título le impidió firmar los trabajos hechos aquí. Hasta que se puso bajo el ala de Jose Luis Delpini y los dos, junto a Raul Bes, dieron vida a un estudio de arquitectura que fue ganando fama por sus laburos.
En 1929 el estudio de arquitectura recibió la oferta de construir el Mercado de Abasto. En 1931 comenzaron los trabajos y en 1937 su labor fue premiada por la Municipalidad de Buenos Aires.
Simultáneamente a la construcción del Mercado de Abasto el estudio se anotó en un concurso para la construcción del primer estadio de cemento de Boca Juniors. La obra, que buscaba albergar a 50.000 espectadores, contaba con una enorme limitación: un espacio demasiado chico para la cancha que se quería construir.
Y el proyecto de Delpini-Sulcic-Bes no sólo se lució sino que obtuvo el primer puesto justamente por el aprovechamiento al mango de las dimensiones del terreno. Las pendientes de las tribunas y el solapado de las bandejas iban a hacer posible lo que era imposible.
Arrancaron las obras en 1938 y hasta estaba contemplada una etapa final con la construcción de la cuarta tribuna que iba a cerrar en forma completa la cancha cosa que hoy, después de 70 años, todav¡sigue en veremos. Pero sigamos.
Como si Viktor Sulcic no hubiera aportado mucho ya, hasta se dio el lujo de apodar al nuevo estadio de Boca como la “Bombonera”. Cuenta la leyenda que una amiga le regaló a Sulcic para su cumpleaños una caja de bombones y el arquitecto quedó sorpendido de que la forma de la caja era prácticamente igual al proyecto de estadio que estaban diseñando para Boca. Sulcic empezó a llevar esa misma caja de bombones a las reuniones con Delpini y otros colegas para discutir el proyecto y hacerle mejoras. Y fue el mismo Sulcic quien empezó a hablar de “Bombonera” para referirse a la cancha de Boca.
El apodo fue tomado rápidamente por Delpini y Bes y finalmente hasta aceptado de buena gana por las autoridades del club. Es más, el mismo día de la esperada inauguración, 25 de mayo de 1940, la gente ya hablaba de la Bombonera de Boca Juniors. Una Bombonera con apenas una bandeja del lado de Casa Amarilla y dos en el resto de la cancha a excepción de los palcos sobre Del Valle Iberlucea. Pero eso es anecdótico. El mito ya estaba en marcha. Más tarde vendrían los gritos ensordecedores de los hinchas de Boca, el susto de los rivales de turno, los triunfos épicos, las hazañas, las avalanchas, vueltas olímpicas y también derrotas dolorosas. Nningún estadio del mundo podrá reemplazar jamás a la Bombonera. Una obra arquitectónica maravillosa que encima carga sobre sus espaldas con años de magia, de mística y hasta con un apodo que le cae como anillo al dedo. Y pensar que algunos caraduras pensaron seriamente en mudar la Bombonera a Bajo Flores o Parque Patricios. Que Dios nos proteja de esos sátrapas.
Sulcic también tuvo otros logros destacadísimos en su carrera profesional, como el diseño del pórtico de entrada al cementerio de Luján. En el año 1944 hasta donó un proyecto de casas antisímicas a la provincia de San Juan.
Ya retirado de la arquitectura pero volcado de lleno a la literatura y a la pintura, Viktor Sulcic murió en Buenos Aires el 9 de septiembre de 1973 a los 79 años. Muchas gracias por todo, maestro.