En tren de buscar causas, podemos suponer un par que acaso expliquen por qué el paso de Carlos Ángel López con la camiseta de Boca fue un fiasco. Porque aterrizar en el club a comienzos de 1984 y con 32 pirulos sobre el lomo, son dos elementos de peso como para ponernos muy exigentes a la hora del balance.
Número diez habilidoso y con personalidad, su arribo fue luego de una interminable trayectoria a nivel local e internacional. Su debut oficial fue el 19 de febrero de 1984 en cancha de Vélez. Esa tarde, Boca hizo de local en Liniers y empató 1-1 con Ñuls. Allí, López recibió la orden de su tocayo, el Zurdo, e ingresó por Carlitos Mendoza promediando el segundo tiempo. Se movió bastante, pidió la pelota, pero no pudo evitar el empate sobre la hora de la Lepra. Un empate que al final iba a ser clave en la temprana eliminación de ese campeonato Nacional.
Entre esos partidos del Nacional y los primeros del Metro, se dio el gusto de jugar sus únicos 10 encuentros oficiales en los que no pudo marcar goles. Y si seguimos buscándole justificativos, se imporne aclarar que una sola vez jugó los noventa minutos completos. Tanto Zurdo López como Dino Sani lo usaban como moneda de cambio a entrar o salir en cualquier momento. Pese a no poder demostrar sus condiciones ni tener continuidad, el misionero trató de remarla corriendo rivales y cuando se podía, armar una jugada. Cosa jodidísima en ese Boca.
En mayo, tras jugar un rato frente a Unión en la reapertura de la Bombonera, desapareció y nunca más se lo vio con la azul y oro en el pecho. Su carrera, de seiscientos y pico de partidos en total, incluyó a Estudiantes, Argentinos, Colón, River, Racing, Sarmiento de Junín, Vélez, Rivadavia, el Bolívar de Bolivia y el fútbol colombiano.