En abril de 2010 una mancha más no le hizo ni cosquillas al tigre (?) y hubo lugar para un hecho que en cualquier otro contexto hubiera sido flor de bomba atómica. Pero en el vendaval de quilombos que derrochaba Boca en esos momentos, pasó casi de largo.
Por la fecha 13 del Clausura 2010, Boca visitó a Colón en Santa Fe. El técnico Abel Alves, ya con el agua arriba del cuello, la guillotina soltándose arriba de su cabeza y un par de francotiradores poniéndole la mira l·ser en la frente, tenía tolerancia cero pese a haber sido confirmado en el cargo por Ameal dos días antes. A sabiendas de la cero onda que había con los jugadores, decidió dar la formación 20 minutos antes del comienzo del partido, o sea tipo 18.30 y en pleno vestuario del Cementerio de los Elefantes. La modalidad, como mínimo rara, buscaba básicamente una sola cosa: evitar la sublevación de los que iban a ser marginados tras una derrota fulera con Central en la Bombonera cuatro días antes.
Lo concreto es que el Chueco tuvo que arrancar obviamente nombrando al arquero y tiró el misil. Al confirmar a Josué Ayala, Javier García quedaba relegado al banco de suplentes y no midió consecuencias y se le fue al humo al DT: lo puteó de arriba a abajo y hasta se comentó (?) que le tiró un par de piñas, algo raro teniendo en cuenta que para eso hay que tener manos Situación que fue salvada por Martín Palermo al separar a ambos y tratar de calmar las aguas.
García, en el ojo de la tormenta por actuaciones flojitas y goles regalados en el 1-4 con Chaca y el 1-2 con Central, no se bancó la decisión, se enojó bastante, pero en realidad lo que provocó su reacción fue la forma con la que Alves trató de zafar el momento, aunque de manera poco feliz: “...no te calentés, ¿quién te dice que no atajás el lunes contra Arsenal?...". Javi no pudo creer la respuesta y siguió en pie de guerra: “...¿vos me estás cargando?...".
En ese clima de camaradería (?), empujones y gritos en el vestuario, ni queremos iamginar lo que pasó por la cabeza de Josué Ayala en ese instante y lo que habr· sido el viaje de vuelta con un 0-3 en las valijas y Bonilla llorando.