Jornada histórica y de enorme felicidad fue la vivida el viernes 19 de junio de 1992. En un contexto deportivo que perseguía un campeonato local con desesperación y luchaba palmo a palmo junto a Ñuls, Vélez y Deportivo Español por obtener ese Clausura, la parte institucional del Boca comandado por Alegre y Heller, alcanzaba un viejo anhelo: hacerse de los terrenos de Casa Amarilla.
Cerca del mediodía, en la sede del club y ante más de 1.200 socios presentes, el por entonces intendente de Buenos Aires guarda con la billetera Carlos Grosso, llevó a cabo la entrega oficial de la documentación a través de la cual cedía al club ipso facto 12 hectáreas de Casa Amarilla.
En medio de un clima festivo, Don Antonio Alegre agradeció efusivamente el gesto, al mismo tiempo que se comprometió a realizar la parte del trato que a Boca le tocaba: “...nos comprometemos a construir viviendas para setenta familias, por supuesto que con todas las comodidades, instalaciones de gas, calles..., en fin, una ayuda social para la gente necesitada...”.
Durante el acto, se dejó entrever que junto a las viviendas, la idea de fondo era aprovechar esos terrenos para levantar un complejo polideportivo para uso de los socios y del fútbol profesional y amateur de Boca. Algo que para los que durante años cruzábamos los yuyales a la altura del pecho los días de partido, era casi un cuento de ciencia ficción.
Antes de finalizar, hubo tiempo para bromas y todo cuando Grosso, apelando a su fanatismo por Vélez, casi se niega a tocar un banderín xeneize entregado por Alegre y Osvaldo Spataro, el tesorero. Sin embargo el intendente, cerró la ceremonia aceptando el regalo y con el casette bien puesto: “...es un orgullo para mí formar parte de este proyecto que hará más grande todavía, a un club de la categoría de Boca Juniors...”.