Una noche muy especial la del 6 de marzo de 1985 en cancha de Huracán. En partido jugado un miércoles por la primera fase del Nacional, el Boca de Di Stéfano se despachó con una impensada goleada 7-1 sobre Estudiantes de Río IV. Un rival modesto pero que había puesto en apuros al xeneize en la primera rueda de ese mismo campeonato. Y un rival que para ese entonces se había dado el lujo de reclutar en sus filas, nada más y nada menos que a Roberto Mouzo.
Con toda la provincia de Córdoba detrás poniendo los billetines, los riocuartenses tentaron a Mouzo con un jugoso contrato firmado el 15 de febrero de 1985 y con fecha de vencimiento programada para el 31 de marzo. O sea, un vínculo de 44 días en el que una letra chica contemplaba la posibilidad de renovación si el equipo cordobés avanzaba de fase. Cosa dificílisima según se pudo comprobar esa noche en Parque Patricios. Lo de jugoso es por las cifras que se manejaron para el cortísimo tiempo de duración: $ 2.400.000.
Así que la noche en cuestión, con mucho público de Boca haciendo de local en el Tomás Ducó, terminó siendo por demás emotiva por lo que pasó a los 33 minutos del primer tiempo. Con el partido 3 a 0 a favor, el árbitro Gallina se apiadó (?) y cobró un penal para Estudiantes. Mouzo fue el encargado, agarró la pelota, la acomodó y ajustició al uruguayo Balerio.
El gol no cambiaría en nada el baile de Boca sobre los cordobeses pero sí para el gran Roberto que, tal vez en ese instante recordando sus saltos como hincha en la tribuna de Casa Amarilla y sus saltos como jugador dentro de la Bombonera, no sólo no gritó el gol sino que se tapó la cara con las manos tratando de esconder sus lágrimas. Y eso que se había ido del club muy poco tiempo antes y de la peor manera para un jugador de su talla. Como dato de color, vale recordar que sobre el final del partido hubo otro penal para Estudiantes que pateó nuevamente Mouzo pero fue atajado por Balerio.
Su últimos días en Boca todavía estaban muy fresquitos ya que había jugado el Metro 84 hasta las últimas fechas en diciembre. Roberto Mouzo, hincha, ídolo y jugador con más partidos disputados con la camiseta azul y oro, se llevó una interminable ovación que fue cerrada con aplausos y con un “y dale Mouzo, dale, dale Mouzo...”. Lo mínimo que se merecía.