Como si se hubiera activado mágicamente la función mute, así de fulminante, se silenciaron las tribunas locales. Y como contrapartida, al mismo tiempo explotó la mitad del Monumental ocupada por los hinchas de Boca. Pasados los 47 minutos largos del segundo tiempo, vino un centro a la desesperada (?) desde la derecha del ataque boquense, Maradona la peinó hacia atrás de cabeza, fue a buscarla Brindisi y Mario Alberto Kempes llegó una milésima tarde, lo tocó y derribó a Miguelito dentro del área. Nitti pitó y empezó el drama para los locales. Protestas, gestos, el Beto Alonso con desgarro de isquiotibiales en muslo izquierdo sentado en la fila 1 del sector “O” de la platea San Martin y levantándose para buscar a un periodista que le diga si había sido penal. En fin, el llanto eterno.
River ganaba 2-1 y Nitti avisó que con el disparo del penal, termine en gol o no, el partido terminaba en el acto. Maradona acomodó la pelota y, rarísimo en él pero entendiendo lo dramática de la situación, dejó el toque suave para otra ocasión: fusiló a Fillol con un remate esquinado a media altura. Golazo (?).
El final con interminables festejos boquenses dentro y fuera del campo de juego le puso los pelos de punta a la gente de River. Todos quejándose, obviamente, por el penal. Pero Don Alfredo Di Stéfano, por ese entonces técnico millonario, pidió micrófonos y cortó por lo sano el tema: “...fue penal, no hay duda, pero estoy seguro de que no tuvo intención. Fijate bien, Kempes se tira al suelo y barre para despejar, pero no ve que está entrando Brindisi y lo voltea...”.
Del otro lado, el vestuario visitante reventaba de alegría por el punto y el superclásico salvado. Y Maradona fue el primero en tomar la palabra: “...recién me preguntaban por qué festejé el segundo gol como si fuera una final del mundo. Yo el fútbol lo siento así. En mi vida futbolística hacerle goles a Fillol es muy importante para mí. Por todo lo que representa. Es algo como para contrle a mis hijos dentro de unos años. A eso le tengo que agregar que además mi vieja estaba en la platea seguramente rogando que yo no pateara el penal, y yo pensando que tenía que meterlo por ella y por la hinchada de Boca que tenía atrás de Fillol. Miré y vi esas caras tensas. No es pedantería, pero creo que no es para cualquiera un momento así. Nitti me dijo que después de que pateara, fuera gol o no, se acababa todo. No había rebote que valga. El Pato Fillol no me habló, pero se puso atrás mío para ponerme nervioso. En cambio el Tolo Gallego me dijo que lo iba a errar, que ganaba River. Cuando Nitti dio la orden tomé carrera, vi que el Pato se jugó hacia su derecha y entonces la aseguré tirando fuerte hacia el otro lado. Tengo suerte con el Pato Fillol. Le hice goles en los cuatro partidos que jugué. Hasta ahora uno por partido, hoy dos. Hasta con Argentinos le metí varios...”.
Otro periodista lo consultó a Diego si estaba molesto por la catarata de insultos que había recibido durante todo el partido por parte del público local. Y ahí Diego, se lució: “...la verdad no los escuché...”.
La fecha 10 del campeonato Nacional quedaba atrás aquel domingo 1 de noviembre de 1981. Como habían quedado atrás unos primeros 70 minutos de partido en donde Boca fue un descalabro individual y colectivo. Solo Mouzo apagando los incendios y tratando de equilibrar la balanza del desastre que estaban haciendo JJ López, Vieta, Ramón Díaz y Kempes. Por suerte Horacio Bongiovanni metió un volantazo a tiempo sacando al canto a la nada que fue Morete jugando como puntero y poniendo a Quiroz en media cancha para morder talones. Pero el quiebre fue sin dudas el ingreso del Pichi Escudero faltando 15 minutos. Factor clave en ese milagroso 2-2 que se llevó Boca de cancha de River.