De todas las causas posibles que pueden provocar la suspensión de un partido, la ocurrida el sábado 27 de mayo de 2000 es una de las más bizarras. Y por qué no, una de las más tristes, paradójicamente tres días después de una de las mayores alegrías de la historia de Boca gracias al muletazo de Palermo en el arco que da al Riachuelo.
La noche en cuestión, Boca visitó a Ñuls en el Parque Independencia por la fecha trece del Clausura, con la intención de sumar puntos para seguir prendido en la tabla, pero sin dejar de ver a la Libertadores como la prioridad del semestre. Por eso, no extrañó que Bianchi ponga en cancha a Pato Abbondanzieri, Burdisso, Patrón Bermúdez, Matellán, Arruabarrena, Pepe Basualdo, Battaglia, Chavo Pinto, Pereda, Carioca Ruiz y Barijho. Tras el pitazo inicial de Madorrán y algunas aproximaciones de la Lepra, el foco de atención se trasladó enseguida al arco ocupado por Luque, el uno rosarino, con toda la gente de Boca a sus espaldas.
Tras explotarle una bomba de estruendo muy cerca, Luque caminó hasta salir del área mientras el partido seguía jugándose con normalidad. Pero al toque cayó una segunda bomba que hizo más evidente la situación. El humo y los gestos de Luque fueron imposibles de pasar inadvertidos por el árbitro, quien no tuvo otro remedio que parar el partido. Hubo reunión de capitanes, deliberaciones varias, charla con el Jefe del operativo de seguridad, pedido de calma por parte de Bermúdez a la tribuna de Boca y tras varios minutos, se acordó continuar el encuentro con la promesa de que una bomba más era el límite a tolerar.
A esa altura no se tenía plena conciencia de la situación y más de uno pensó que con la reanudación el problema estaba superado. Pero no. Al minuto de reiniciarse el partido, una tercer bomba cayó, y ante la negativa del arquero de Ñuls a seguir jugando, Madorrán pitó e hizo los gestos inconfundibles de que el partido se suspendía definitivamente cuando se cumplía el minuto 16 del primer tiempo.
A partir de ese momento se sucedieron escenas de bastante confusión. Mientras los jugadores de Boca se negaban a abandonar el campo de juego, podían verse ya algunas escaramuzas en la abarrotada popular visitante. Escaramuzas que terminaron con la supuesta captura del culpable de tirar los petardos. Entró la policía rosarina a la tribuna y se llevó a un pibe de 19 años en cuero y molido a piñas minutos antes. Lo que se dice, un perejil.
En los vestuarios, los dirigentes que fueron a Rosario no hicieron declaraciones y salieron en fila india. Silenzio estampa total hasta que un rato más tarde, Macri dio una señal clara de que había algo más detrás de las explosiones en el área de Ñuls: "...hay que investigar bien lo que pasó. Pero si la bomba cayó desde la hinchada de Boca, la Comisión Directiva y yo estamos de acuerdo en que nos descuenten puntos para ayudar a combatir la violencia...". ¿Cola de paja?
Porque la hipótesis del pibe sacado que tiró tres bombas se cayó volando. Y empezó a ganar terreno una trama bastante más oscura. La suspensión, provocada deliberadamente para sacar a Boca de la pelea por el título, era nada más y nada menos que un pasecito de factura de la cúpula de la barra de Boca contra la dirigencia por haberles cortado el chorro en cuanto a la entrega de entradas de favor. Y los más memoriosos, ataron cabos y trajeron el recuerdo de la desubicada bomba arrojada a Rocha, el arquero de Ferro, en plena goleada de Boca en Caballito un par de fechas antes.
También se empezó a rumorear que ya antes del partido en Rosario, se sabía lo que iba a ocurrir. Cosa que fue, por lo menos puesta en duda por el tesorero Orlando Salvestrini: "..si alguien lo sabía, está en serios problemas. Es como si yo supiera que van a asaltar un banco y no avisara...".
Para esta altura, el Tribunal ya había acabado con las especulaciones y confirmado lo que muchos ya temían. Setenta y cuatro minutos a reanudarse al sábado siguiente y quita de tres puntos para Boca al final del campeonato.
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A partir del fallo del Tribunal y de la terrible calentura de Bianchi, Boca terminó de enfocarse en la Copa y práticamente pasó a usar el torneo local como sesiones de entrenamientos de lujo.
Al sábado siguiente, 3 de junio, se esperaraba más bailongo esa fría y soleada tarde. Pero no. Mucha tranquilidad y dos tiempos de treinta y siete minutos normales sin la barra subida a los paravalanchas de la popular visitante.
El Virrey paró casi al mismo equipo. Las únicas variantes fueron Turbina Navas por Pinto y Chango Moreno por Barijho. A todo este mar de contrariedades se sumó una rápida expulsión de Matellán por doble amarilla (una antes de los quince el 27 de mayo y la otra en la reanudación). Un gol de Damián Manso dejó al Pato vencido, al partido con derrota final 0-1 y a Boca sepultado en la lucha por el campeonato.