Calculamos que el 99% de los hinchas de Boca se acordaron y se acuerdan merecidamente de la mamá de Habegger. Y ni hace falta aclarar los motivos. Pero hay una minoría, muy chiquita, que tal vez piense distinto. Y nos referimos en particular a Julio César Arata, más algunos amigos y familiares seguramente. ¿Por qué decimos esto?
Porque el Ñato, delantero de punta de 179 centímetros de buena velocidad, vio cumplido su sueño el 1 de agosto de 1993 y gracias al ojo clínico del Profesor. Boca empataba 0-0 con Argentinos en cancha de Vélez por la Copa Centenario y a los quince del segundo tiempo, el técnico pateó el tablero sacando a la Rata Rodríguez y poniendo a nuestro homenajeado. La idea habrá sido ganar algo de peso ofensivo. Pero ni bien el Ñato entró y se acomodó en el campo de juego, el Bicho metió una contra, Lauría Calvo marcó el único gol del partido y Arata tuvo que mover del medio para tocar su primera pelota. La derrota 0-1, en un partido único de Ronda de Perdedores, signifcó desde ya la eliminación de Boca y el final de un ciclo. Ah, y dicho sea de paso, el final de Arata con la azul y oro.
Tras esa única media hora en cancha, lejísimos habían quedado sus sueños blanqueados a principios del 93: “...espero poder mostrarme en Reserva y andar bien, que pueda seguir metiendo goles. Y si algún día se da la oportunidad de jugar en Primera, rendir al máximo para el bien de Boca...”. A años luz había dejado atrás su llegada a la novena división procedente desde Belgrano de Gral. Arenales. Y con 21 pirulos sabía que la escoba que pedirían Alegre y Heller, más la lista de refuerzos que acercarían los empresarios de moda, lo dejaban parado en la cornisa. Aguantó un año más en el club, desde ya sin rodaje de ningún tipo, y para la temporada 1994/95 se marchó a Douglas Haig, el Milan de Pergamino.
Porque el Ñato, delantero de punta de 179 centímetros de buena velocidad, vio cumplido su sueño el 1 de agosto de 1993 y gracias al ojo clínico del Profesor. Boca empataba 0-0 con Argentinos en cancha de Vélez por la Copa Centenario y a los quince del segundo tiempo, el técnico pateó el tablero sacando a la Rata Rodríguez y poniendo a nuestro homenajeado. La idea habrá sido ganar algo de peso ofensivo. Pero ni bien el Ñato entró y se acomodó en el campo de juego, el Bicho metió una contra, Lauría Calvo marcó el único gol del partido y Arata tuvo que mover del medio para tocar su primera pelota. La derrota 0-1, en un partido único de Ronda de Perdedores, signifcó desde ya la eliminación de Boca y el final de un ciclo. Ah, y dicho sea de paso, el final de Arata con la azul y oro.
Tras esa única media hora en cancha, lejísimos habían quedado sus sueños blanqueados a principios del 93: “...espero poder mostrarme en Reserva y andar bien, que pueda seguir metiendo goles. Y si algún día se da la oportunidad de jugar en Primera, rendir al máximo para el bien de Boca...”. A años luz había dejado atrás su llegada a la novena división procedente desde Belgrano de Gral. Arenales. Y con 21 pirulos sabía que la escoba que pedirían Alegre y Heller, más la lista de refuerzos que acercarían los empresarios de moda, lo dejaban parado en la cornisa. Aguantó un año más en el club, desde ya sin rodaje de ningún tipo, y para la temporada 1994/95 se marchó a Douglas Haig, el Milan de Pergamino.