El domingo 19 de noviembre de 2000 la Bombonera se colmó de punta a punta por el choque del Boca puntero ante el Talleres dirigido por el Negro JJ López y que a esa altura del Apertura, fecha 15, no aflojaba en la pelea por el primer puesto de la tabla. Pero indudablemente hubo un condimento extra esa jornada: era nada más y nada menos que el partido despedida del xeneize antes de su vuelo de Varig programado para el lunes 20 a las 18.20, con escalas en San Pablo y Los Ángeles, y destino final Tokio. De manera que esos últimos 90 minutos oficiales de fútbol fueron a la vez una puesta a punto del relojito suizo que era ese Boca de Bianchi.
Y la puesta a punto dejó una mueca de preocupación tras el pitazo de Ángel Sánchez y pese a la victoria 2-0 con goles de Riquelme y Delgado. El foco de atención pasó de ser si Guillermo le sacaba el puesto al Chelo o no, a ser la preocupante actuación de Palermo. Es que el Titán de manera increíble llegó a desperdiciar siete situaciones claras de gol. Algo impensado en un goleador de su calibre.
El muro de contención puesto por JJ con Cuenca al arco y Manfredi, Galarza, Maidana y Del Sotto abajo no le pudieron hacer ni sombra al goleador. Pero evidentemente no fue su tarde.
De las siete chances de gol, hubo dos muy muy claras, de esas que Palermo nunca falla. La primera a los 30 del primer tiempo cuando Martín enganchó adentro del área chica ante un jugador Tallarín y solo ante Cuenca la cruzó de derecha al palo izquierdo y se fue desviado. La otra, en el segundo tiempo, con Boca 1 a 0 y la chance de liquidar el partido, fue bastante peor: Delgado desbordó por la punta, metió el centro y Palermo, en el punto penal y a la carrera con el arco de Casa Amarilla a su disposición, la mandó por arriba del travesaño.
Enseguida bajó el “Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir...”, pero el espaldarazo de confianza de la gente evidentemente no rindió sus frutos si consideramos además un remate de volea cruzado afuera, un cocazo inventado que terminó en el travesaño, un tiro desde lejos desviado, un centro atrás del Sapo Marchant que alcanzó a definir con la punta del botín y salió apenas afuera, otro cabezazo cerca luego de un centro de Ibarra y la última, un derechazo que rozó el ángulo de Cuenca.
Ya cegado intentó reclamar dos supuestos penales y terminó muy fastidioso y pateando al arco desde cualquier lado en busca de su gol.
Con los jugadores abrazándose en el centro del campo y la Bombonera despidiéndolos a grito pelado, Bianchi se mandó una de ajedrez. Hizo claros gestos a los fotógrafos de que no lo dejen de lado al goleador. Y al pasar por al lado, lo tomó del brazo, lo palmeó y le tiró una linda bomba anímica: “...muy bien Martín por guardarte los goles. Hoy no hacían falta, pero en la final sí que van a ser necesarios...”.