Un caso totalmente atípico el de Diego Latorre a la hora de repasar su arribo al mundo Boca. Atípico por la edad bastante crecidita que tenía y la forma en que se cocinó todo.
Corría el año 1986 cuando Mario Zanabria, por entonces DT de Boca, seguramente trataba de bajar su nivel de stress por tener que lidiar con un Edgardo La Fata descansando en una casa que tenía en el country Mapuche. Allí una tarde, mientras despuntaba el vicio de mirar partidos de fútbol, quedó impactado por un muchacho de 17 años que no sólo no soñaba con ser jugador profesional de fútbol sino que su deporte favorito era el tenis. Estamos hablando de Diego Fernando, uno de los hijos de la familia Latorre, obviamente también propietaria del country.
Marito movió cielo y tierra en Boca y finalmente pudo palanquear (?) lo suficiente como para que Latorre caiga lo más campante a La Candela con el bolso en la mano. La verdad, ni queremos imaginar la caripela de los pibes de la categoría 69 que se venía pelando el lomo desde la novena para tratar de asomar la cabeza en el fútbol grande.
Las vueltas de la vida impidieron que Zanabria disfrute de las gambetas de Latorre siendo DT de Boca, ya que a fines de 1986 Heller lo invitó a renunciar para contratar a Menotti. Pero ni el Flaco Menotti ni quien lo sucedió en el cargo, su amigo Roberto Saporiti, se fijaron mucho en Gambetita. Recién el Toto Lorenzo lo mandó al campo de juego el 18 de octubre de 1987 para que reemplace a Irazoqui antes de comenzar el segundo tiempo de la visita a Platense en cancha de Vélez. Tarde que Gatti vio como De Vicente le hacía un gol de cabeza desde afuera del área y terminó en derrota 1-3, gol de cabeza convertido por el mismísimo Latorre.
Aquí en la foto vemos el reencuentro entre el descubridor y el descubierto, cuando por la tercera fecha del Apertura 1990 Marito vino a la Bombonera como DT de Unión de Santa Fe.