Hasta el 27 de noviembre de 2000 inclusive, Aníbal Matellán era un defensor que gozaba de un altísimo grado de desconfianza por parte de la hinchada de Boca. Pero todo cambió a partir de aquella jornada consagratoria frente a Figo, donde el ojo de Bianchi lo convirtió en pieza clave para vencer al Real Madrid y ganar la Copa Intercontinental. Tras la gesta, ya con la aprobación popular y algo de cierta inmunidad bien ganadas, el Mate se soltó, empezó a rendir y hasta se dio algunos lujos. Como el de la noche del 30 de mayo de 2001. Una noche bien copera.
Por el partido revancha de los cuartos de final de la Libertadores 2001, Boca recibió en la Bombonera al Vasco da Gama. Si bien se respiraba ciertos aires de triunfalismo luego del 1-0 en Río de Janeiro días atrás, pispear a Euller, Viola y Juninho Paulista en la formación rival daba como para bajar algunos decibeles. Ojo que al mismo tiempo, ver a Jorginho Paulista como lateral de los cariocas, daba como para llamar rajando a la agencia de viajes y reservar pasajes y entradas para la semifinal.
El partido arrancó a puro festejo y con velas blancas encendidas en la tribuna Natalio Pecia. ¿Por qué? Porque el Cruz Azul acababa de eliminar a River en México goleándolo 3-0. Excelente.
La cosa es que a los 11 minutos del primer tiempo, tras un tiro libre de Riquelme sobre el arco del Riachuelo y una pésima salida del arquero Helton, la pelota quedó picando en el área, Matellán mostró una repentización envidiable y de espaldas al arco, se tiró en chilena y fusiló a dos defensores que estaban casi sobre la línea. Golazo que sirvió para abrir el marcador y meter un pie en la próxima ronda. Ni hablar de que también sirvió para elevar la imagen de Matellán casi a niveles de ciencia ficción.
Un rato después y antes que termine el primer tiempo, dos goles del Mellizo Guillermo sentenciaron la serie y pusieron cifras definitivas de 3-0 para una cómoda clasificación.