Tras seis años en caída libre, el 3 de abril de 1987 significó tal vez uno de los cumpleaños más festejados en la historia de Boca. Por varios motivos. Primero, por ver al club de pie tras la crisis terminal de 1984. Segundo, por ver la Bombonera habilitada en su totalidad. Tercero y ya metiéndonos en el terreno deportivo, por contar con un equipo que no sólo era competitivo sino que conjugaba casi en forma perfecta garra y fútbol. Y por último, totalmente circunstancial pero para nada menor, a cuatro fechas del final del campeonato 1986/87, Boca se había dado el lujo de alcanzar a Central en la punta de la tabla de posiciones. Algo que no pasaba hacía varios años y se consumó la noche del miércoles 1 de abril gracias al 0-0 que Ferro sacó contra el Canalla en Arroyito mientras Boca metía un triunfazo 3-1 a San Lorenzo en cancha de Vélez ante una multitud xeneize que desbordó el estadio.
Así que con semejante realidad, el domingo 5 de abril la Bombonera se vistió de fiesta para el choque contra Deportivo Español por la fecha 35 del torneo. Llena de punta a punta y desde muy temprano como en sus mejores funciones, el clima vivido a medida que se acercaba la hora del partido fue el de una verdadera final. Y si algo faltaba para que las tribunas se vinieran abajo fue lo que pasó minutos antes de la salida de los equipos al campo de juego.
A modo de festejos por el cumpleaños número 82 del club y haciendo caso a una idea de Víctor Hugo Morales y Radio Continental, la dirigencia de Boca puso manos a la obra y armó todo para que dos ídolos del altar boquense aterricen en el campo de juego con un helicóptero.
Ojo que el aterrizaje del helicóptero no fue del todo prolijo ya que el viento arremolinado lo hizo rebotar en el pasto bastante más de lo que uno podría suponer como normal. Pero poco importó ese detalle (?). Bajaron Rojitas y Rattín, saludaron a la multitud y se llevaron flor de ovación.
En medio de ese clima, la salida de Boca fue una de las más impactantes que se haya visto. Con ocho mil bolsas de residuos llenas de papelitos tiradas desde las tres bandejas de Casa Amarilla, todo el mundo descontó una goleada a Español. Pero no. Para festejar el triunfo por 2-1 hubo que cortar clavos hasta el pitazo final de Cardillo.