Bastante bastante extraña fue la modalidad de disputa de la Copa Independencia, jugada entre Boca y Roma a mediados de 1976. A dos partidos, el primero en Estados Unidos y el segundo en Canadá, pero lo que más llamó la atención fue su definición: en caso de empate en puntos, los goles valían doble sólo para el ganador del partido. Y bue (?).
La cosa es que el 22 de junio en el Shea Stadium de Nueva York se jugó el partido de ida ante 19.150 espectadores. El trámite fue en general demasiado amistoso y poco atractivo. O sea un bodrio bárbaro entre un Boca impreciso y a ritmo lento, y una Roma metida atrás lista para salir de contra.
Algo de emoción en las tribunas levantó el Loco Gatti conjurando cinco situaciones de gol. Una, a los 30 del primer tiempo, que obligó a los presentes a ponerse de pie. Francesco Rocca tiró un centro pasado, Franco Cordova la bajó dentro del área, eludió a Tarantini y fusiló, pero Gatti dando dos pasos al frente atenazó la pelota arriba sin dar rebote.
En el arranque del segundo tiempo hubo otras dos claritas para los italianos, pero nuevamente el Loco dejó con las ganas a Pierino Prati y a Giancarlo De Sisti. La última media hora, fue directamente soporífera. Hasta que Pellegrini sacó un conejo de la galera.
Pasado el tiempo cumplido, recibió un pase de De Sisti y viendo que el juez Stéfano D’Ippolitto se llevaba el silbato a la boca, pateó al arco desde lejos. Gatti se estaba los guantes mientras la pelota fue derecho a clavarse en el ángulo derecho. Ni llegaron a sacar del medio.
Tras el partido, la calentura en el vestuario de Boca era importante. Y el Toto Lorenzo buscó rápidamente un discurso para puertas afuera: “...es que no trajimos a Mastrángelo, Veglio, Felman y sin ellos ¿a quién se la damos adelante?...”. Algo de verdad, hubo. Boca prácticamente no llegó al arco contrario.
El resultado final 1-0 para la Roma había sido tan inesperado, que hasta los propios jugadores europeos lo reconocieron horas más tarde cuando ambos planteles compartieron una cena en el restorán Tahino. Allí Giogio Morini se sinceró: “...no sé porque ganamos, el gol fue una sorpresa hasta para nosotros...”.
Unos días más tarde, Boca ganaría 2 a 1 la revancha en Montreal, y según el extraño reglamento, se llevaría la Copa Independencia superando entonces 4 a 3 a la Roma.